Tegucigalpa, Honduras
“¿Ya venís? le pregunté. Si mamá, ya vamos a salir”, le contestó su hijo.
Esas fueron las últimas palabras que una humilde mujer cruzó con su hijo antes de ser víctima de la violencia que se vive entre las barras de los equipos de fútbol de la capital.
Su primera vez
Era su primera experiencia de salir de excursión fuera de Tegucigalpa para poder presenciar un partido del equipo de sus amores, el Olimpia.
Desde el día anterior (miércoles) le había pedido permiso a su madre para ir a ver el partido que el Olimpia sostendría en El Progreso, Yoro, contra el Honduras, equipo de esta ciudad bananera.
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Anderson Fermely Amador Osorto es su nombre; a sus 18 años y con un futuro por delante, no pensaba en violencia según sus familiares.
Su madre -que prefirió omitir su nombre- relató que “él salió de la casa a las 10:00 de la mañana, iba con un amigo que lo invitó para ir a ver el partido del Olimpia”.
“Él nunca había salido a excursiones con ellos (la ultrafiel) y tampoco era parte de la barra, solo fue a la excursión por que el amigo lo invitó”, recordó la mujer con tristeza.
Su madre manifestó que le llamó en una segunda ocasión a eso de las 10:00 de la noche y le dijo que “estoy bien, ya vamos en camino”, pero no le comentó por que zona de la carretera venían.
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Encuentro mortal
Coincidentemente el jueves los dos equipos de la capital, Olimpia y Motagua, jugaban en la zona norte del país, cumpliendo compromisos de la semifinal del torneo de clausura de la liga nacional de fútbol.
Olimpia en El Progreso y el Motagua en San Pedro Sula.
Información en poder de la Policía Nacional indica que los dos autobuses, uno con aficionados de la Ultrafiel y otro de la Revolocos, coincidieron en la carretera a la altura de Jardines de Taulabé, entre el Lago de Yojoa y Taulabé.
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En ese momento los miembros de la barra del Motagua comenzaron a disparar contra la unidad que transportaba a los simpatizantes del Olimpia.
Producto de la balacera, resultaron tres jóvenes heridos de bala, dos de ellos fueron ingresados al Hospital Adventista de Siguatepeque, mientras que Anderson murió antes de llegar al centro hospitalario.
No encontró trabajo
Anderson Fermely recién el año anterior se había graduado de bachiller técnico en informática en el Instituto Técnico 21 de febrero de la capital.
Pero debido a la falta de trabajo en el área en que se especializó en el colegio, comenzó a laborar en un taller de ebanistería en el que hacen ataúdes. Según sus amigos, el jovencito era muy querido en la colonia Jardines del Norte, sector de El Carrizal, donde residió toda su vida.
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