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Los mediometrajes, las películas marginadas de la industria del cine

Enfoque: Con más metraje que un corto y menor duración que un largometraje, estos filmes siguen siendo excluidos del mercado cinematográfico. Sepa por qué

27.07.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-El mediometraje es como el hermano de en medio de los filmes. Mientras el cortometraje es el bautismo para los soñadores del séptimo arte y el consentido en festivales y plataformas de internet, y el largometraje es la graduación a nivel profesional, genera ruido en la crítica y el público y opta a los máximos galardones, el mediometraje pasa sin pena ni gloria, ignorado en los grandes festivales, desapercibido por las masas y sus méritos sólo son apreciados en pequeños círculos cinéfilos.

¿Cuánto dura un mediometraje?

La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (la que otorga los Premios Oscar) y el British Film Institute definen al cortometraje como todo filme que dura 40 minutos o menos (incluyendo los créditos) y al largometraje como toda película de más de 40 minutos. ¿Y el mediometraje? En teoría, no existe en EUA y el Reino Unido.

Las industrias fílmicas más robustas del Mediterráneo europeo (Francia, Italia y España) definen al mediometraje como todo filme que dura de 30 a 60 minutos. En Brasil son más generosos y consideran así a los de entre 16 y 60 minutos.

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El desamparo en torno a la promoción, exhibición y distribución de mediometrajes ha encontrado pequeños oasis en festivales dedicados exclusivamente a ellos.

El más antiguo es el Festival du Cinéma de Brive, que desde 2004 organiza este encuentro internacional de mediometrajes.
Lo distingue la realización de retrospectivas de mediometrajes de grandes cineastas como Jean Renoir, Chris Marker, Federico Fellini, Luis Buñuel, Krzystof Kieslowski, Éric Rohmer, Lars von Trier, entre otros.

En Francia existe desde 2006 el Festival Hors Pistes que, aunque no es competitivo y es sólo para cine experimental, en sus bases exigen que sean mediometrajes de entre 25 y 65 minutos.

De los países de habla hispana, el referente es el Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina, que se desarrolla en Valencia en noviembre.
Toma su nombre de “La cabina”, un mediometraje de Antonio Mercero de 1972 que ganó varios premios internacionales y fue emitido en muchos países, un hito irrepetible para un telefilme español.

En sus 12 años, La Cabina ha estrenado mediometrajes de personalidades como Spike Jonze y Neil Young (sí, el músico). El año pasado recibió más de 500 propuestas de una veintena de países, un récord para el festival. La edición 2019 será del 21 al 29 de noviembre.

Otros certámenes que acogen mediometrajes en sus secciones para competición oficial son el FIDMarseille, Filmfestival Max Ophüls Preis, FilMadrid, el Lima Independiente y otros más.

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La mayoría de festivales y leyes estatales de cine no contemplan la existencia de los mediometrajes o manejan intervalos de duración arbitrarios. Estas limitaciones hacen que promocionar, exhibir y difundir mediometrajes sea un gran reto. Por su duración es muy difícil que las exhiban en salas de cine o sean vendidas en DVD.

Asombra que a más de 120 años de existencia del cine, todavía no exista una clasificación unánime sobre la longitud de los filmes. Popularmente, se toma como referencia para los mediometrajes la impuesta por Francia, es decir, más de 30 minutos y menos de una hora.

Los mejores de la historia
En la edición 2017 de la famosa lista “1001 películas que hay que ver antes de morir”, la mayoría de filmes reseñados en orden cronológico son largometrajes, aparecen un puñado de cortometrajes, pero apenas 11 mediometrajes, el 1.1%.

Entre esos 11 está “La sonriente Madame Beudet”, el primer referente de personaje, película y cineasta feminista, cine mudo francés de 1923.

Buster Keaton, el cómico de rostro neutral y admirado por los surrealistas, en su prolífica década de los 20 protagonizó y dirigió Sherlock Jr., una comedia de detectives con gags que por momentos rozan lo mágico.

En 1933 Jean Vigo dirigió “Cero en conducta”, el filme toral sobre el adoctrinamiento de escolares rebeldes, una alegoría de los conflictos sociopolíticos de la Francia de la época, donde aparece la escena en reversa más alucinante del cine.

En 1936 Jean Renoir rodó “Un día en el campo”, una hermosa bucólica donde el primer amor, las buenas intenciones y la pureza campestre se nos muestra como en una ensoñación, como añoranzas que la humanidad jamás revivirá.

Nadie retrató de forma tan poética el holocausto como Alain Resnais en Nuit et Brouillard (“noche y niebla”), un documental experimental de 1955 que maravilla y estremece con cada plano, donde en medio del horror de la historia brota lo inefable.

Luis Buñuel también se apunta con “Simón del desierto” (1965), su último filme mexicano, en el que el diablo (encarnado por Silvia Pinal, entre seductora y amenazante) hace de todo para disuadir a un asceta de seguir con su prueba de fe.

Otros mediometrajes relevantes son la etnoficción “Los amos locos” (1955), “El violín y la apisonadora” (1961) de Andréi Tarkovsky, el mockumentary The War Game (1965) y el virtuosista plano secuencia Wavelenght (1967).

Honduras también ha sido tierra fértil para varios mediometrajes de buena factura, pero esa es tinta para otro papel.