Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El amor también destruye

Dicen que hay pasiones que solamente se apagan con la muerte
26.02.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- CARLA. Tenía apenas trece años, pero era toda una muchacha. Alta, hermosa y bonita; de pelo negro y largo, que le llegaba casi hasta las caderas, ojos color café, labios sensuales, con esa sensualidad inocente que solo sabe poner en las niñas la propia Naturaleza, y de sonrisa agradable.

Era hija única de doña Betulia, una mujer que ya pasaba de los cincuenta, y que le agradecía a Dios haberle dado, aunque fuera, esa única hija. Con Carla, doña Betulia era feliz.

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A pesar de que la tristeza que le provocaba la muerte de su esposo, veía a su niña con ese amor de madre que solo se compara con el amor de Dios, y, en medio de su soledad, Carla era su mejor compañía. Por eso la cuidaba más que a sus propios ojos.

Doña Betulia era trabajadora. Desde pequeña lo había sido, y más, cuando se casó con Carlos César, y empezaron a hacer su propio patrimonio con dos vacas, diez gallinas y tres cabras que les regaló uno de sus tíos para que trabajaran en una parcela cerca del río Coco, en la frontera con Nicaragua.

De allí en adelante, todo fue prosperidad, sin embargo, el tiempo pasaba, y doña Betulia no quedaba embarazada. Y eso la entristecía.Buscaron ayuda, fueron al médico los dos, se hicieron exámenes, tomaban tés de hierbas, pastillas, hacían ejercicio y se esforzaron lo más que pudieron, pero nada.

Era casi tan estéril como Sara, y doña Betulia empezó a temer que su esposo la abandonara.“Eso jamás -le dijo él, una noche, tratando de tranquilizarla-, yo te quiero, y vamos a estar juntos con hijos o sin hijos...”

La hacienda había crecido, habían hecho una pequeña fortuna, y vivían mejor cada vez, pero les faltaba un hijo. Doña Betulia ya tenía hasta cayos en las rodillas de tanto suplicarle a Dios, pero Dios parecía no escucharla.

“Mi marido me va a dejar -le dijo a su madre, ya anciana-, y yo no sé qué voy a hacer sin él”.

VEA: Selección de Grandes Crímenes: La última noche (Segunda parte)

“Doblá rodilla, muchacha -le dijo su madre-, y Dios te va a escuchar... Él siempre nos escucha”.En realidad, doña Betulia ya no era una muchacha. Tenía cuarenta y dos años, aunque seguía siendo hermosa, alta, trigueña, y muy bonita, pero de semblante siempre triste. Sin embargo, un día, Dios la escuchó. Doña Betulia empezó a sentirse mal, tenía náuseas, vomitaba y deseaba comer tierra.“Has de tener anemia -le dijo su esposo-.

Es mejor que vayás a Choluteca para que te vea el médico”.Doña Betulia le hizo caso a su marido, y fue a Choluteca. Cuando regresó a la hacienda, iba feliz; inmensamente feliz.

“¿Qué te pasa, mujer? -le preguntó su esposo-. ¿Qué fue lo bueno que te dijo el doctor para que vengás tan contenta?”.

Doña Betulia no podía ni hablar a causa de la emoción. Pero, al fin, dijo:“¡Estoy embarazada, Carlos! ¡Estoy embarazada! ¡Dice el doctor que ya tengo tres meses de embarazo!”.

Carlos casi se desmaya de la alegría. Y es que nada nos hace más felices que un hijo; y nada nos duele más que la pérdida de un hijo...

LA NIÑA

Nació y le pusieron Carla Betulia. Y era la adoración de los dos. Pero don Carlos no la disfrutó por mucho tiempo.

Un día, le dijeron que sus dolores eran a causa de un cáncer agresivo de hígado, y que ya había hecho metástasis al páncreas, a los riñones, al estómago, al colon... Y, cuando Carla tenía cinco años, su padre murió.

Creció la niña, huérfana de padre, y sobreprotegida por su madre, y conforme pasaba el tiempo, Carla se hacía cada vez más bonita, más hermosa, pero siempre inocente.“Así como usted la ve -le dijo doña Betulia a Margot, su vecina más cercana-, parece toda una mujer, pero piensa como una niña; es inocente todavía mi hijita”.

“Pero es muy linda -le dijo Margot-, y hay que cuidarla”.“Si la cuido más que a mis ojos” -respondió doña Betulia, con orgullo.“Lástima grande que ya no esté su papá” -dijo Margot.

ELLA

Era una mujer alta, también, rolliza, bonita y parecía decidida a todo. Tenía una pulpería en su casa, a un kilómetro de la hacienda de doña Betulia, y desde hacía algún tiempo se habían hecho muy amigas.

Casi cada tarde la visitaba, le llevaba dulces y refrescos a Carla, y pan para el café a doña Betulia, y platicaban de todo, se reían y recordaban mejores tiempos.

Un día, doña Betulia le preguntó:“Y dígame, Margot, ¿por qué es que se le fue su marido?”“Ay doña Betulia... Esas cosas es mejor no recordarlas... Cuando un hombre ya no la quiere, pues ya no la quiere, y lo mejor es que se vayan antes de que nos hagan sufrir...”

“En eso tiene razón”.Y así pasaba la vida de doña Betulia, hasta aquella mañana triste en la que no volvió a ver a su hija... Se había ido para siempre... Cuando la encontraron, su corazón se partió en dos. Estaba tirada en una cueva, sobre varias sábanas blancas, y estaba desnuda, con sangre entre las piernas.

Tenía moretones en el cuello, y el policía que dirigió su búsqueda dijo que la habían estrangulado... Doña Betulia quedó muerta en vida...“¿Quién pudo hacerle este daño a mi hija? -se preguntó, abrazándose al cuerpo frío de su niña-. ¿Quién, Dios mío? ¿Quién puede ser tan malvado?”.

LA DPI

Aunque está muy mal dirigida, y aunque los agentes trabajan con las uñas, la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) sigue haciendo un buen trabajo.

ADEMÁS: Selección de Grandes Crímenes: La muerte de doña Juana

Y es que ser policía de investigación criminal es casi como un apostolado, en el que se odia al crimen y se desea, por sobre todas las cosas, hacerles justicia a las víctimas. Y de estos agentes está llena la DPI. Así, pues, el agente que llegó a la escena del crimen de Carla se dedicó de lleno a resolverlo.

“A su hija la violaron antes de matarla -le dijo a doña Betulia-; usted me disculpará, pero tengo que hablarle así. Y la persona que mató a su hija es alguien cercano a ustedes; alguien conocido... Tal vez alguien de su confianza...”Doña Betulia se secó las lágrimas.

“No sé quién pueda ser” -dijo.“Vamos por partes, señora -agregó el agente-. ¿Cuándo fue la última vez que vio a su hija con vida?”

“Anoche, señor, como a las siete...”“¿En su casa?”“Sí, en mi casa...”.“¿Vio salir de la casa a su hija después de esa hora? ¿Sabe si llegó alguien a visitarla?”.

“No, señor. Mi hija nunca salía de la casa. Anoche fue que se la presté a una amiga mía que se llama Margot, y que tiene una pulpería a un kilómetro de mi casa... y vive sola... Se la presté para que fuera a dormir con ella, y para que la acompañara, porque Margot vive sola desde que la dejó su marido, y vive en esa gran casona...”.

“¿Y usted confía en esa señora Margot?”.“Sí, señor; ella es mi amiga”.En ese momento, el médico forense, que acompañaba al equipo de la DPI, le dijo al oficial que se acercara, que quería hablar con él.“Mire -le dijo-, a esta niña la violaron, es cierto, pero no es una violación normal... Una violación extraña...”.

“No lo entiendo bien, doctor”.“Pues lo que le quiero decir es que a esta niña la violaron con los dedos, con una mano, y que así fue como le rompieron el himen, pero solo en parte...”.

“¿Usted me está diciendo que no la violó un hombre?”.“Bueno, al menos con lo que violan los hombres, no... Y las marcas que tiene en el cuello son gruesas, como de una mano grande...”El oficial se quedó pensando por largos segundos, y se acercó a doña Betulia.

“¿Usted conoce bien a Margot?” -le dijo.“Bueno, bien, lo que es bien, no; pero somos amigas...”.En aquel momento se escuchó un grito.“Doña Betulia, hace como unas dos horas yo vi a esa Margot cruzando el río para meterse en Nicaragua... Iba con maletas, y me pareció que tenía urgencia por pasarse al otro lado”.El oficial miró a doña Betulia.“Usted dice que esa mujer vive sola, ¿verdad? Y dice que le regalaba dulces y frescos a su hija... ¿Verdad?”

“Así es, señor”.“Bien... Y usted le prestó a su hija anoche para que fuera a acompañarla a su casa...”“Sí, señor...”

“Entonces, señora, si no me equivoco, y ya que esa mujer está escapando, y ya que su casa está sola, y ya que falta toda la ropa de Margot, podemos decir que esa mujer sabe bien qué fue lo que le pasó a su hija...”.

LA RAZÓN

Esa misma tarde, a Margot la capturó la Policía de Nicaragua en Mozonte, antes de llegar a Ocotal. Sin mayor trámite, la devolvieron a Honduras por el río Coco.

Cuando el agente de la DPI le preguntó por qué había matado a Carla, se estremeció.

“Si nos ayuda, el fiscal le va a ayudar -le dijo el policía-; le va a servir de mucho decir la verdad... Ya sabemos que usted fue quien la mató...”.

Margot bajó la cabeza.“Yo me enamoré de la cipota -dijo-, y quise ganarme a la mamá para ganarme la confianza de ella, de Carla.

Esa noche, se fue a dormir conmigo, y yo le dije que nos bañáramos antes de acostarnos; y ella era inocente, y me hizo caso. Nos bañamos las dos, y le dije que nos quedáramos desnudas en la cama, para que durmiéramos mejor.

Ella aceptó. Yo empecé a acariciarla, jugando, jugando, y ella se dejó... Creo que empezó a sentir algo, y yo seguí tocándola... hasta que le hice lo que le hice con los dedos, pero ella me rechazó...

Yo la sostuve con una mano en el cuello, y apreté sin saber lo que estaba haciendo... Yo estaba emocionada, y lo confieso, pero yo no quería matarla... Cuando me di cuenta, ya estaba muerta, y la llevé a esa cueva...

Lo demás, ya lo saben”.Dicen que hay pasiones que matan; dicen que el amor también mata, pero en realidad, hay perversiones que matan... Sin juzgar a nadie... y menos ahora que el gobierno de Xiomala está realizando talleres para que niños, niñas, adolescentes y jóvenes LGBTIQ y demás, “se acepten a sí mismos, y también para que los acepten sus familias”.

Y nada hay más perverso que esto, en uno de los gobiernos más perversos que Honduras ha tenido.