Crímenes

Grandes Crímenes: El caso del hombre inteligente (Primera parte)

Hay quienes creen que los policías son tontos... y creen tener razón
20.11.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Este relato narra un caso real. Se han cambiado los nombres.

CASO. El doctor José Mauricio Díaz Ulloa es catedrático de Criminología y, como fiel carmilla-adicto, sigue los casos en diario EL HERALDO para estudiarlos y exponerlos ante sus alumnos en la Universidad Metropolitana, lo que le agradezco profundamente. Y en su honor, este caso, que tiene mucho de su sabiduría como criminalista y criminólogo, y que sucedió en Tegucigalpa hace poco tiempo.

Al número de emergencias 911 llamó un hombre diciendo que en una cuneta, en una zona solitaria y pedregosa de la colonia Suyapa, estaba tirado el cuerpo de una mujer al que los zopilotes ya le habían comido los ojos y le habían abierto el vientre a picotazos, por el cual estaban sacándole las vísceras. Rápido, llegó al lugar una patrulla de motorizados, y con un plástico y con ramas y piedras, cubrieron el cuerpo, o lo que quedaba de él.

La mujer estaba desnuda, boca arriba y tenía amarrados los pies con una cuerda de plástico de color azul. En opinión del forense, tenía entre cuatro y cinco días de haber muerto. Y, también en su opinión, la causa de muerte fue el estrangulamiento, ya que un lazo del mismo color estaba hundido en su cuello, y tan hundido que apenas si sobresalía en la carne hinchada y podrida.

“¿Queda algo para reconocerla?” -le preguntó al doctor el fiscal.

“Creo que sí -respondió éste, mientras revisaba con delicadeza la mano derecha del cadáver-; parece que hay huellas digitales, aunque deben tratarse con cuidado, por el grado de descomposición en que está la piel”.

“¿Sabemos de alguna mujer que fue reportada como desaparecida en la última semana?” -siguió preguntando el fiscal al agente de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) que dirigía el levantamiento.

“Acabo de preguntar, y tenemos una mujer... Amanda Ruiz... Desapareció hace siete días. Salió de su casa para hacer unas compras en el mercado San Isidro y no regresó. Nunca contestó el teléfono y no se comunicó con nadie...”

“¿Quién era ella?”

“Ama de casa, tres hijos, un esposo camionero, una madre anciana y dos perros y dos pericos australianos... La mujer desaparecida tiene treinta y dos años...”

El fiscal, que escuchaba todo con atención, se volvió hacia el forense, que seguía haciendo su trabajo.

“¿Cuántos años cree usted que tiene esta mujer?” -le preguntó.

“Entre treinta y treinta y cinco... -respondió el médico-.

¿Qué características tenemos de la mujer desaparecida? -le preguntó al agente. Este esperó unos segundos antes de contestar.

“No muy alta, tal vez un metro sesenta y dos, piel blanca, no muy gorda, y con una característica especial...”

“¿Y es?”

“Senos grandes”.

El forense suspiró

“Esta es -dijo-. Senos grandes, mutilados con un instrumento filoso, tal vez una navaja o una cuchilla de barbero...

Blanca y no muy alta...

¿Pelo?” “No lo sé”.

“Bien. Que los técnicos tomen las huellas aquí mismo, abogado -siguió diciendo el doctor, mientras se ponía de pie-; tal vez con el traslado sufra el cuerpo algún daño, y se pierdan las huellas en las yemas que todavía parecen en buenas condiciones”.

El fiscal dio una orden.

Poco tiempo después se supo que se trataba de Amanda Ruiz, mujer de treinta y dos años, desaparecida hacía una semana, después de salir de su casa rumbo al mercado...

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Muerte

“¿Cuál es la causa de muerte?” -preguntó el fiscal.

“Estrangulación -dijo el forense-, ya se lo había dicho; pero, antes de quitarle la vida, esta mujer fue torturada... Tiene heridas largas y cortas en la piel del pecho, de los brazos y de la cara, y los pezones fueron cortados como con un alicate, a juzgar por el tipo de corte, aplastante...”

“¿Qué supone usted, doctor?”

“Que alguien quería bien muerta a esta mujer, pero antes quería verla sufrir”.

La DPI entró en acción.

“Tenemos el número de teléfono de la mujer, y sabemos de sus últimas llamadas... Habló con su esposo casi a la hora en que su madre dice que salió de la casa... Las ocho y tres minutos de la mañana...”

“¿Sabemos dónde está el esposo?”

“Se supone que estaba de viaje cuando desapareció su esposa. Es camionero”

“¿Se confirmó este dato?”

“El camión que maneja el esposo de la señora estaba en Nicaragua, específicamente en Chinandega, cuando la mujer desapareció”.

“Excelente... Y el esposo estaba en el camión, supongo”

“Pues eso es lo raro... Que la llamada no se hizo por WhatsApp, como es de suponer que se hace una llamada internacional en estos tiempos; la llamada fue normal, y cosa curiosa, se hizo desde la colonia San Miguel; se recibió en la colonia Las Palmas...”

“¿Y estamos seguros de que fue con el esposo que habló la mujer?”

“Al menos, es lo que dice la madre”.

“¿A quien pertenece el número del que la llamó?”

“Está a nombre de un tal Horacio... Lo buscamos en la base de datos, y, en realidad pertenece a Horacio Flores, pero aquí hay un detalle intrigante...”

“¿Y es?”

“Abogado, Horacio Flores murió en Soroguara hace tres años, a la gloriosa edad de ochenta y dos años, de cáncer de próstata... Lo confirmamos con un hijo, el hijo mayor, que retiró el cuerpo del Hospital Escuela...”

“Han hecho un buen trabajo”.

“Siempre lo hacemos, abogado”

“Bien... Entonces, ¿confirmaron si el esposo estaba en Chinandega en el momento en que la mujer salió de la casa?”

“Estamos en eso”.

“¿Y estamos seguros de lo que dice la madre de la víctima?”

“Ella dice que la escuchó hablar, que dijo que iba saliendo de la casa, y que estaría en el mercado en una hora, más o menos. Dice que ella le preguntó que con quién hablaba, y ella le dijo que con el esposo. La señora le preguntó si ya había venido del viaje, y ella le respondió que sí... que era con él que se iba a ver”

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“Excelente misterio... ¿Hablaron ya con el esposo?”

“Supo de la desaparición de la mujer ese mismo día. Llamó muchas veces a su suegra, y al número de su mujer, y ella no le contestó. La suegra le dijo que desde la mañana salió, supuestamente a verse con él. Y él pegó el grito en el cielo, sospechando una mentira de parte de la esposa. Venía en viaje desde Panamá, y tenía rumbo a Puerto Cortés. Llegó a Tegucigalpa dos días después de la desaparición, pidió que lo relevaran en el plantel de la empresa de camiones, y desde ese día empezó a esperar noticias de la esposa...”

“¿Fue a la Policía?”

“No. Dice que ya habían denunciado la desaparición, y que solo estaba esperando noticias”.

“¿Dio su número de teléfono?”

“Sí, abogado; y no sabe de quién puede ser el número del que la llamaron... a su esposa, quiero decir. Y este número, el de Horacio Flores, ya está apagado... Desde esa mañana hizo la última llamada, y parece que fue a la mujer...”

“¿No sabemos nada más?”

“Hasta ahorita, es todo lo que sabemos. Estamos siguiendo la pista a otros números de la mujer, pero son de amigas, de familiares y vecinas. Pocos números de hombres, aparte del de los hermanos, que tiene dos, y del de su esposo... con el que supuestamente estaba hablando mientras salía de la casa rumbo al mercado”.

“Entonces, ¿debemos suponer que la mujer engañaba al marido?”

“Es casi seguro”.

“¿Y podemos suponer quién es el asesino?”

“Alguien que la quería bien muerta... Y que, antes de matarla, estrangulándola con la soga, la torturó”.

“¿Por qué sería?”

“Para castigar alguna afrenta, seguramente... Por venganza...”

“Eso mismo pienso yo”.

“Entonces, podríamos tener algunos sospechosos...”

“Como el esposo, por ejemplo...”

“Aunque él tiene una buena coartada...”

“¿Qué tan seguros estamos de que estaba en Chinandega en el momento en que ella salió?”

“Estamos confirmándolo... Mandamos a dos agentes a migración... Y tenemos gente en la empresa de camiones”.

“Excelente... Me parece que vamos por buen camino, ya que torturar a esta mujer, y torturarla desnuda, nos lleva a un crimen pasional, a una venganza pasional; y esta, ejecutada por alguien que se vio afectado por los engaños de la mujer, la que ya sabemos que engañaba a su esposo...”

“Ese es un juicio valor, abogado, y no podemos estar seguro de eso... Hasta que no sepamos realmente donde estaba el esposo en el momento en que la mujer desapareció, y fue torturada y asesinada, no podemos acusarla de traición...

Supongo yo”. “Y tiene razón... Pero creo que se trata de un crimen pasional...”

“Eso creemos también nosotros”.

“Y un crimen pasional lo comete alguien que ha sido engañado y que quiere castigar el engaño”.

“Así es”.

“Aunque ya tenemos un motivo, creo que encontrar al asesino nos va a llevar tiempo... Pero lo vamos a encontrar... Y me parece que cuando los muchachos vengan de Migración y de la empresa de camiones, vamos a tener una pista más clara”.

“También creo eso”. “Por lo pronto, hay que estar pendientes del esposo... Y busquemos la ayuda de algún criminólogo para que nos ayude a analizar el perfil geográfico de la escena del crimen, y que nos ayude a hacer un perfil psicológico del criminal... Esto nos ayudará mucho a identificar al asesino”.

“Excelente. Voy a pedir la ayuda del doctor José Mauricio Díaz Ulloa”. “Lo conozco. Me parece buena idea”.

“Bien. Tenemos dos agentes en el velatorio de la mujer, y vamos a mandar a algunos más al entierro... Tal vez escuchamos o vemos algo que nos ayude a avanzar en el caso...”

“Excelente”.

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Preguntas

¿Quién mató a Amanda Ruiz? ¿Por qué matarla de aquella forma? ¿Por qué las torturas? ¿Quién tenía motivos para hacerla sufrir antes de quitarle la vida? ¿Es cierto que el esposo estaba en Nicaragua cuando ella desapareció? Si es así, ¿con quien habló mientras salía de su casa?

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA