Honduras

Conferencia Episcopal de Honduras pide frenar desigualdad e impulsar profunda renovación

'Lo vivido en estos meses de la pandemia, ha puesto de manifiesto, una vez más, la fragilidad de nuestras estructuras sanitarias, que están lejos de responder al proyecto del Dios de la vida', reza una parte del escrito

16.12.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) sentó su posición sobre los temas que sacudieron al país en 2020. En un extenso documento lamentaron la fragilidad del sistema sanitario -evidenciada durante la pandemia del covid-19 y el azote de Eta y Iota- y la desigualdad que impera en el sistema educativo.

En su contenido además abordaron temáticas dramáticas como corrupción, impunidad, egoísmo y desigualdad, males crónicos que tienden a agravarse y que a su vez invitan a una 'profunda renovación' en 2021.

Finalmente, a través de un mensaje de esperanza y fe 'en medio de nuestro desconcierto', apelaron por una transformación integral e invitaron a toda la ciudadanía a participar con alegría de los cambios profundos que tanto le urgen al país.

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A continuación el comunicado textual:

'Queridos hermanos en la fe,

Resuena una vez más, en estas fechas, la profecía de Isaías que, con el evangelista San Mateo, reconocemos cumplida en el nacimiento de Jesús y que, una vez más, nos lleva a compartir el deseo de paz, de plenitud de vida y de alegría, que la salvación de Dios nos regala.

Nosotros, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras (C.E.H.), al expresarles estos deseos en el año presente, lo hacemos al mismo tiempo que compartimos la inquietud y el temor que, desde hace nueve meses, nos acompañan, y que se incrementan con el dolor generado por las dos tormentas tropicales que nos han afectado en el mes pasado. Con ese dolor, con la incertidumbre ante la evolución de los contagios, con la dificultad de reconstruir y de encontrar cauces de aprendizaje y de trabajo para todos, nos preguntamos: ¿De qué manera se cumple hoy la promesa del Señor? ¿Cómo podemos proclamar, en verdad, que el Señor es el Dios con nosotros, el Emmanuel?

Ponemos nuestra mirada en José y nos sentimos cercanos a su desconcierto, que nos lleva a asumir nuestro propio desconcierto. Como nos ha recordado el Papa Francisco en su reciente Carta Apostólica Patris Corde, José “sabe” que Dios es bueno con todos y que su ternura alcanza a todos y por eso “cree contra toda esperanza” que esa bondad de Dios se realiza a través de nuestras debilidades y aprende a aceptar su debilidad con intensa ternura. El recuerdo de San José -el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta, el hombre de “segunda fila”-, nos trae a la memoria, con agradecimiento, a tantas personas, mujeres y varones, que, con su servicio, han hecho y hacen visible que ante la enfermedad y ante la fuerza de la naturaleza no estamos solos, que su ternura y cuidado reflejan los de Dios.

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La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Como él, acogemos la venida de Jesús en medio de nosotros como regalo del Padre, para que cada uno pueda reconciliarse con la carne de la propia historia, aunque no la comprenda del todo. El Dios que está con nosotros en la debilidad de un niño, nos lleva, como a José, no a sueños que hacen olvidar el dolor, las amenazas, los retos, sino a despertar para hacer todo lo que el Señor nos ha dicho.

Lo vivido en estos meses de la pandemia, ha puesto de manifiesto, una vez más, la fragilidad de nuestras estructuras sanitarias, que están lejos de responder al proyecto del Dios de la vida y que dejan ver unas desigualdades hirientes y profundas. El Dios con nosotros nos urge a todos a afrontar estas deficiencias para que estemos con Él desde el compromiso; no sólo por facilitar a todos el acceso a las vacunas, sino para promover un cambio profundo y permanente en la sanidad pública.

La desigualdad, lastimosamente, se manifiesta, también, con toda su crueldad en el ámbito educativo, que no sólo no cumple su función de abrir para todos unos horizontes de realización y de superación de las desigualdades, sino que las acrecienta. La dificultad de una enseñanza escolar presencial, que previsiblemente continuará, todavía hace más llamativas las diferencias en el acceso a los recursos imprescindibles para enseñantes y alumnos. También urge estar despiertos para afrontar cambios profundos que garanticen una enseñanza de calidad para todos.

Si estamos agradecidos con tantas personas, que en los momentos más difíciles de la enfermedad y de las tormentas se han entregado con todo su entusiasmo al servicio de los demás, estamos también profundamente dolidos por los episodios de corrupción y egoísmo que, siendo responsabilidad de personas concretas, han puesto de manifiesto las graves limitaciones de nuestras estructuras judiciales, de las tareas de control del legislativo y de unas trasparentes decisiones de gobierno. Porque, como José, confiamos en que Dios está con nosotros; por eso, queremos asumir la tarea de sembrar semillas de justicia y solidaridad, así como invitar a todos a una profunda renovación.

Las celebraciones de la Navidad están ya próximas, y este año serán diversas. Los horarios de las celebraciones, el número de participantes en las mismas, las reuniones familiares y las actividades tradicionales, deben cuidar de no ser ocasión de contagio y favorecer responsablemente el compromiso de cada uno por el bien de todos.

Dios está con nosotros en cada casa y en cada familia. Oremos en familia, como lo hicimos en Pascua. Aprovechemos los días de la Octava de Navidad, hasta el 01 de Enero, para participar en la Eucaristía sin aglomeraciones, cuidando la distancia recomendada. Para ello, les pedimos a los párrocos que faciliten esa participación, juntamente con la oración en cada familia, acompañando y orientando a los fieles para que nadie se sienta culpable por no celebrar, como todos los años, la noche de Navidad.

A pesar de su desconcierto, José se llevó a su casa a su esposa. En medio de nuestro desconcierto, llevemos cada uno a María en nuestro corazón. Como ella, digamos “hágase en mí según tu Palabra”, (Le. 1, 38). Como ella, digamos hágase, no desde la resignación y la pasividad, sino desde la alegría de quien conoce el proyecto del Dios, que enaltece a los humildes y derriba del trono a los poderosos'.