Columnistas

Con China o con Rusia

No es fácil para ninguna nación emanciparse de una potencia. No lo fue en el período colonial y tampoco lo es ahora ni lo será nunca a pesar del proceso globalizador –boicoteado en pleno Siglo XXI por las políticas proteccionistas impuestas por sus mismos actores, pero razones sobran para soñar con la liberación y cabrearse, como suelen decir los españoles, cada vez que escuchamos a Donald Trump referirse a Latinoamérica y, peor aún, a los inmigrantes.

Trump, aunque tenga la razón, ha emprendido una cruzada xenófoba en contra de los inmigrantes y, constantemente, como una Espada de Damocles, amenaza a quienes considera sus súbditos con romper los tratados de libre comercio. Y no bromea. Ya sacó a USA del Acuerdo Transpacífico y ha obligado a varias empresas norteamericanas a regresar sus operaciones a su país.

Estados Unidos es una potencia fundada por inmigrantes. No ha habido un presidente en la Unión Americana, un reconocido científico, un intelectual, un oscarizado actor o actriz de cine, un astronauta de la NASA, incluido el doctor Wernher von Braun que diseñó su programa especial en los años 50-60, que no sea inmigrante o descendiente de inmigrantes.

Pero a Trump eso no le importa. Su retórica antiinmigrante solo es comparable con la retórica antisemita del nazismo en los albores de los años 30 del siglo pasado, la cual se tradujo en el Holocausto, años más tarde.

Y Trump no solo se la trae con los inmigrantes. Esta semana canceló su visita a la Cumbre de las Américas que se realiza hoy en Lima, Perú. La región le importa un pepino. La ha agarrado con sus vecinos mexicanos y constantemente los amenaza con cancelar el tratado de libre comercio.

Ni en los tiempos de Theodore Roosevelt y su política del Gran Garrote, la región había sido tan vilipendiada por el imperio.

Por eso no pocos se preguntan, acaso no es tiempo de empezar a buscar nuevos aliados en el horizonte. Honduras tiene, por lo menos, la base de Palmerola como arma de negociación. O nos respetan o les enseñamos a que nos respeten. La pregunta es: con quién nos vamos, ¿con los chinos o con los rusos?