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Dos cartas a Heliodoro Valle

Albany Flores Garca analiza un fragmento de una conversación que Rubén Darío sostuvo con Rafael Heliodoro Valle sobre la joya de su prosa

03.07.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El 3 de junio de 1911, Rubén Darío escribió una breve carta a Rafael Helidoro Valle, como respuesta a una misiva que el escritor hondureño había enviado al maestro hasta su residencia de la “rue Michel-Ange” de París.

La carta, dirigida a Tacuba, México —donde residía Valle desde hacía poco más de dos años en condición de becario y aprendiz de escritor—, era breve: el poeta agradecía la carta del joven hondureño, lo felicitaba por su prosa y prometía leerla toda, “porque el talento es joya de Honduras”.

En su carta, Valle escribía al poeta para comentar sus impresiones sobre el artículo “Honduras”, donde Darío afirmaba que el nuestro “es el país centroamericano más sujeto a su tradición”; y donde hacía un recuento de la historia del país, sus riquezas naturales y minerales, su educación y sus hombres de pensamiento.

Al parecer, el reclamo de Valle se refería a la poca profundidad y a la escasez de datos sobre el país en el artículo. A juicio de Valle, un escrito que pretendía revelar a un Estado tan vasto como Honduras, debía profundizar en sus aspectos más vitales y, sobre todo —viniendo de la pluma de Darío—, ahondar en la intelectualidad de ese país.

Una vez cumplida la promesa de “leer todas las páginas” de Valle, Darío respondió a las inquietudes del hondureño en una segunda carta: “Estoy, en parte, de acuerdo con usted; pero las omisiones que hay en mi artículo referente a ese querido país de Honduras, no dependen de mí, ¡ese gobierno es tan poco dadivoso de informes!”.

Para que no quedara duda de “su afección por el país y su cariño por la juventud”, el poeta invitó a Valle a enviarle “un artículo documentado y con fotografías sobre la intelectualidad de Honduras”. Valle atendió el pedido el poeta y, con el tiempo, escribió una extensa y profunda obra sobre Honduras que Darío no alcanzó a contemplar.

El poeta murió poco después en 1916, mientras que Valle —que estaba por cumplir los 20 años cuando escribió su carta—, apenas iniciaba una carrera que lo convertiría en el gran escritor hondureño de su tiempo.