Tierra Adentro

Tierra Adentro: Santa Ana, sus 131 ángeles y el recuerdo del trágico vuelo 474 de Tan Sahsa

Un paseo lleno de historia con un paisaje de pintura, una tragedia que no se olvida entre un lugar fresco y mágico

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16.03.2018

SANTA ANA, Fracisco Morazán, Honduras - Hace viento y el sol está en su cénit. Sus rayos nos entregan una infinita luz que se desliza a las alas de unos ángeles que se extienden entre tu mirar.

Estamos en Las Mesitas, aquí hace 29 años, 131 personas perdieron la vida cuando un avión se estrelló en su descenso a Toncontín, el principal puerto aéreo de Honduras.

No sé cómo explicar esa sensación cuando varios sentimientos se manifiestan al mismo tiempo. Este es uno de esos lugares donde puedo sentirlo.

Santa Ana es uno de los municipios turísticos cercanos al Distrito Central. Su mayor atractivo -no hay duda- es su pureza, una frescura que encanta, aún y cuando el termómetro nos marca 29 grados centígrados, invisiblemente los buenos aires anfitriones de una hospitalidad que enamora nos obligan a visitarle.

Son 24 kilómetros por la Panamericana que nos lleva a la costa Pacífico, y desde lejos el paisaje punta de recuerdo eterno, enormes aspas generan energía eléctrica contrastando con las casitas del prado verdoso que escupen alegría por las ventanas y el humo del ocote por la chimenea. Huele a café recién hecho, a frijoles y tortilla de maíz.

No ocupamos más, pero la vida insiste que cojamos más: huevos, chorizo, carne y queso. Un huevo tan amarillo como el mismo sol que nos acompaña en silencio por el recorrido. Llegamos entonces al monumento de los ángeles. Desconocido hasta ahora por la gran mayoría, el paseo junto al Instituto Hondureño de Turismo por Las Mesitas, ¿nos ha llevado hasta el cielo?

Un cielo de 1,500 metros sobre el nivel del mar, desde donde hoy las alas de los ángeles que aparecen en nuestro mirar nos hacen recordar de nuevo aquel fatal accidente aéreo, el mayor de la historia de Centroamérica, según registros. Don Napoleón Rodríguez no se cansa de contarlo.

Recuerda justamente ese desayuno de café y huevos amarillos cuando el gigante cayó. Él rescató al menos unos nueve de los 15 supervivientes. Muchos desnudos porque se quitaban la ropa en llamas. Los otros 131 simplemente en la tragedia volvieron a su estado original: se hicieron ángeles.