Tegucigalpa, Honduras
Lubricar el motor es clave, esencial para conservar en perfecto estado la mecánica de un vehículo. El aceite no solo se encarga de engrasar las piezas sometidas a fricción, también arrastra la suciedad generada por la combustión y refrigera las partes internas del propulsor. Su fiabilidad radica en la calidad y en la sustitución periódica.
¿Aceite mineral o sintético?
Al margen de que el uso del aceite correcto -según el fabricante- permite reducir el consumo y deterioro de componentes, Jesús Álvarez, jefe de taller Toyoservicio, sugiere tener en cuenta el tipo de líquido a utilizar: mineral, sintético y semisintético.
El primero es barato (1/4 de galón a L 200), está hecho a base de petróleo y su durabilidad está limitada en 5,000 kilómetros. Los sintéticos, superiores a los minerales, se obtienen por medio de reacciones químicas y duran hasta los 30,000 kilómetros, “son de alto rendimiento, incrementan los intervalos entre los cambios de aceite, reducen la fricción y, en consecuencia, se disminuye el consumo de combustible”, asegura. Sin embargo, su precio del 1/4 de galón se eleva a los 700 lempiras, según la marca y el motor.
También están los semisintéticos, que son un intermedio de los dos anteriores, rondan en los 10,000 kilómetros y un precio estimado de 300 lempiras. “Son perfectamente adecuados para uso normal en ambientes urbanos o manejo a altas velocidades para todo tipo de vehículos”, apunta. En cuanto a la viscosidad están las variables y no variables, que son más gruesas o livianas dependiendo de la temperatura externa e interna del motor.
Un multiviscosidad suele ser usado siempre en motores nuevos, tiende a ser menos denso a bajas temperaturas y más viscoso a altas. Por ejemplo, “un motor moderno va bien con 10W40, un cero km con 5w30 y propulsores viejos suelen usar 50 sin ser multiviscosidad.
Consecuencia de no respetar los intervalos de cambio
Independientemente de la calificación, la viscosidad o la marca que compremos, con el tiempo el aceite pierde propiedades.
A la larga ocasiona un desgaste prematuro del motor, roturas de casquillos de biela, que necesitan el aceite para disminuir al máximo su rozamiento, se pueden producir arqueos de levas y, en el peor de los casos, daños en el motor. En el caso de los diésel afecta a los filtros de partículas y a los catalizadores.