Tic Tac

El drama de Roberto y Janeth, migrantes hondureños con Covid-19

Continúa el drama para la familia de indocumentados hondureños residentes en Washington

30.05.2020

WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS.- La puerta trasera del edificio se cerró y él quedó frente a un callejón con paredes de ladrillo. Roberto, una de millones de personas que se quedaron sin trabajo en medio de la pandemia del coronavirus, estaba molesto porque tuvo que usar la puerta de atrás de la clínica.

El miedo y la pena se apoderaron de él cuando empezó a asimilar lo que le acababa de decir el médico. “Es posible que tenga el virus”, le dijo el doctor detrás de su mascarilla, desde el otro lado de una sala. “Tiene los síntomas”.

ADEMÁS: Inmigrante hondureña: 'Nunca habíamos tenido que pedir ayuda'

De repente le vinieron a la mente los cientos de miles de personas que han muerto en todo el mundo por el mal. Ese puedo ser yo ahora, pensó. Este mes la Associated Press habló del caso de Roberto, un cocinero de restaurante treintañero, y su esposa Janeth, cuarentona y que trabaja también en restaurantes. A esta pareja hondureña le está costando alimentar a su hija de cinco años, Allison.

Foto: El Heraldo

A principios de mayo, la agencia AP hizo un reportaje sobre la pareja de hondureños a la que la pandemia del Covid-19 había dejado sin su trabajo. Ellos ahora deben enfrentarse a la enfermedad.

Roberto fue a la clínica porque pensó que tenía alergias. Janeth no se sintió bien y también fue a hacerse una prueba más adelante. Días después sonó el teléfono y les dieron la mala noticia: Los dos tenían el coronavirus. Ahora Roberto y Janeth se encierran en la habitación de su departamento en el sótano de un edificio de las afueras de Washington, tratando de evitar todo contacto con Allison para que no se contagie. Con sus padres encerrados, la niña se asoma por la ventana de su habitación para verlos y juegan a esconderse. Otras veces apoya la oreja contra la puerta de la habitación de ellos y trata de adivinar lo que están haciendo. De noche ellos la oyen llorar mientras se duerme sola.

Todas las noches Janeth mira hacia una ventana por la que entra luz y reza. “Pido por mi hija”, relata. “Quiero morir en mi patria, Honduras, algún día. Sería durísimo morir aquí”.

En el Upper Cardozo Health Center del noroeste de Washington, donde Roberto se hizo la prueba del coronavirus, el personal médico sabe que decirles a los pacientes pobres que deben quedarse en sus casas a menudo implica impedirles buscar formas de sobrevivir. Permanecer en casa para evitar contagiar a otros implica que las familias pierden sus trabajos y no pueden pagar los alquileres ni comprar comida ni medicinas. El doctor José Luis Núñez Gallegos, asistente del director de medicina, explicó que el personal de la clínica no quiere faltarle el respeto a la gente al hacerla salir por la puerta de atrás, que lo hacen para evitar el riesgo de contagiar a otros que buscan tratamientos de rutina.

En su casa, Roberto se siente afiebrado. A Janeth le sangra la nariz y le duelen los pulmones. Pone a hervir limones, cebolla y jengibre, pero se da cuenta de que no podía sentir el sabor ni el olor del ungüento que usaba la pareja, un síntoma común del coronavirus. El día que a Roberto le informaron que se había contagiado llegó una llamada vía FaceTime de la hermana menor de Janeth, Arley, quien estaba confinada a su departamento de Baltimore, sin auto y con tres hijos menores de 14 años. Todo parecía estar bien cuando Janeth la visitó unos días antes para llevarle comida y ambas se abrazaron. Ahora Janeth se sorprendió de lo que veía en el teléfono: Su hermana yacía en la cama de un hospital, agotada y con problemas para respirar. Janeth recordó el abrazo y se sintió culpable. “No te sientas mal, hermana”, le dijo Arley. “(El virus) Nos pilló a las dos”.

VEA: Neftaly Tábora: 'Me encanta hacer sopas'

Tags: