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José Cecilio Baide Hernández, un educador que ayudó a forjar el futuro del país

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03.11.2017

Tegucigalpa, Honduras
Graduarse como maestro de matemáticas y física en la Escuela Superior del Profesorado (hoy Universidad Pedagógica Nacional) no fue fácil; sin embargo, su perseverancia le dio la recompensa de dirigir la formación de miles de jóvenes que ahora sobresalen como docentes, ingenieros, arquitectos, médicos, periodistas, abogados, militares y policías, entre otros.

Baide trabajó ocho años en el Instituto Tiburcio Carías de El Mochito, tres años en el Instituto Alejandro Flores de El Paraíso y 30 años en la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio.

En abril de 2015, EL HERALDO le realizó una entrevista que hoy reproducimos íntegramente, en reconocimiento a su entrega como forjador del destino de Honduras.

¿Usted lleva el nombre de un prócer?

Precisamente me pusieron ese nombre porque nací el 16 de noviembre del 1948 y asentaron mi partida el 22 de noviembre, que es el nacimiento de José Cecilio del Valle. Muchos me confunden cuando mencionan mi nombre en actos, dicen: José Cecilio del Valle.

¿Cómo fue su niñez en Santa Bárbara?

Yo crecí en dos pueblos de Santa Bárbara, en San Pedro Zacapa y Concepción del Sur. Hice mi primaria en dos escuelas porque mi padre se desempeñaba como secretario municipal y por esas cuestiones de la política lo sacaban de un lado y lo pasaban a otro. Inicié mi primaria en la Escuela Pedro Nufio de Concepción del Sur.

¿Y se jubiló en la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio?

Mire que comencé en la Escuela Pedro Nufio y me jubilé en la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio, es una coincidencia. Después de salir de sexto grado, mi padre no tenía mucha posibilidad de mandarme a estudiar fuera de Concepción del Sur. Ganaba muy poco como secretario municipal y para viajar y mantenerme en Santa Bárbara era muy caro, entonces me dediqué a cultivar la tierra, estuve tres años con mis familiares en los terrenos de los hermanos de mi madre.

¿O sea que al salir de sexto grado no estudió tres años?

Sí, no estudié tres años, me dediqué a cultivar la tierra, sembraba maíz y frijoles y me gustaba -cuando el maíz ya estaba bastante grande- caminar por en medio de la milpa. Para mí eso era bello, y otra cosa que me encantaba era comerme la burra helada que me ponía mi madre. Al mediodía yo ya me la estaba comiendo.

¿O sea que era muy puntal en esa tarea?

Sí era muy puntual, ja, ja, ja... Mire que la vida del campo ya me iba gustando y ya no quería ir a estudiar, pero en ese tiempo por cuestiones de la política mi padre fue trasladado como secretario municipal a la cabecera departamental, donde nací.

Ya ahí, él me puso a estudiar en el Instituto La Independencia, donde me gradué de maestro de educación primaria en 1969. Fue el año de la guerra con El Salvador. Al final me gradué con honores, el Club Rotario me otorgó una medalla de oro por ser el mejor alumno.

¿Cómo hizo para seguir estudiando?

Cuando estaba estudiando llegaron los primeros maestros egresados de la Escuela Superior del Profesorado, uno de matemáticas llamado Renato, Carolina que era de Ciencias Sociales. Un día, dije, yo voy a ir a estudiar a la Escuela Superior, pero no tenía posibilidades económicas.

Entonces, una maestra que me estimaba mucho me dio la oportunidad de hacerle una licencia de mes y medio por maternidad en la Escuela Urbana de Santa Bárbara, sin nombramiento porque yo estaba en último año y por eso ella me pagó unos 1,500 lempiras.

Con ese dinero fui a San Pedro Sula a realizar el examen de admisión para la Escuela Superior del Profesorado, tenía dos opciones, la primera que escogí fue matemáticas y la segunda, español.

En aquel tiempo solo se podía estudiar con beca en la Superior, no había otra opción. Me gané la beca de 140 lempiras.

Fue una enorme alegría cuando me lo notificaron a través de un telegrama y así me vine a estudiar a Tegucigalpa.

¿Y de esa vida de estudiante en el Instituto La Independencia qué cuenta?

Es la vida más bonita de mi niñez, aunque yo ya estaba mayorcito, recuerde que no fui tres años a estudiar, conocí muchos compañeros y amigos, como por ejemplo al profesor Carlos Héctor Sabillón, director de la Elvel, que fue mi compañero de estudios y luego fue mi padrino de boda.

Mire que de los que hicimos el examen para la Escuela Superior fuimos los dos que ganamos la beca. Recuerdo la disciplina del colegio, para entrar lo formaban en fila, lo hacían ir de corbata, le revisaban las uñas, los zapatos.

Eso ahora ya no se hace. Había disciplina, los profesores respetan a sus alumnos, ahora hay un enorme problema disciplinario entre maestro y alumno y ese acoso sexual que existe.

¿En qué año se graduó en la Superior?

En 1972 como profesor en matemáticas y física, luego me fui a trabajar. No pude seguir estudiando porque era el único de mis hermanos que había salido de Santa Bárbara y necesitaba trabajar para ayudar a mis padres.

Me fui a laborar al Instituto Tiburcio Carías de El Mochito, ahí estuve ocho años, ocupé la dirección del colegio.

Recuerdo a un periodista que es familiar nuestro que fue mi alumno, Noé Leiva Bardales, que creo es el jefe del Departamento de Comunicación de la Universidad Nacional. Yo daba matemáticas general y él estudiaba comercio ya que por falta de maestros pasé a dar matemáticas comercial, entonces él siempre recuerda que me sacó 32% en un examen y todavía me dice que es una aplazada que nunca olvida.

Con él somos familia, fuimos vecinos en Concepción del Sur, las casas estaban pegadas porque la dividía una pared, incluso jugábamos juntos cuando niños.

¿Y a qué jugaban?

Jugábamos con unos carretones que hacíamos de espelma y hule. A estos carretones de hilo les poníamos dos palitos, un hule y les dábamos cuerda. Hacíamos carretera y el carretoncito iba como carrito caminando hasta que la cuerda se le terminaba. Jugamos maules.

En Concepción jugábamos bastante con la cera recién sacada de las colmenas. Con ella hacíamos cotas, y con ello le levantamos la otra cota de cera del compañero; jugábamos trompo también. Con Noé Leiva jugábamos “verruga”, de noche, a oscuras porque no había llegado la luz eléctrica.

La “verruga” consistía en escondernos en la plaza del pueblo en medio de las vacas que la gente llevaba para ordeñar al siguiente día y otro nos encontraba.

¿Después de El Mochito para dónde fue trasladado?

Para el Instituto Alejandro Flores de El Paraíso. Ahí estuvimos tres años. En ese tiempo luchamos por la oficialización del colegio. En una ocasión nos tomamos la calle panamericana, tres directores fuimos presos por 24 horas en Danlí, pero luego nos sacaron.

¿Y a su esposa dónde la conoció?

Somos dos hermanos casados con dos hermanas. Ella estudiaba en El Salvador. Cuando la guerra del 69, ella tenía unos trece años, su hermana la tuvo que traer para Santa Bárbara porque la mamá estaba en Estados Unidos.

Nos enamoramos cuando yo ya estaba en primer año en la Superior en 1970 y luego nos casamos en Ocotepeque el 22 de diciembre de 1973.

¿En qué año llega a la Normal Mixta Pedro Nufio?

En agosto de 1983 como subdirector en sustitución de don Guillermino Turcios, recién había llegado don Isidro Pineda sustituyendo a don Lucio Romero. En la Normal es una de las mejores experiencias educativas que he tenido.

¿Recuerda alguna generación?

En esos 30 años que estuve en la Escuela Normal vi pasar jóvenes que ahora están desempeñando diferentes puestos en diferentes áreas de trabajo, por ejemplo Santos Elio Sosa Miranda fue ministro de Educación, Luis Flores que fue presidente del Consejo Estudiantil ahora es médico en el Seguro Social; Rasel Tomé, Bartolo Fuentes, hoy diputados, él siempre con su ideal que no lo ha cambiado; asimismo Carlos Mauricio Flores, director ejecutivo de EL HERALDO, él era presidente de curso, siempre me acuerdo de él. Hay bastantes periodistas egresados de la Normal, ahí está también Héctor Ordóñez.

¿Cómo vivió aquellos momentos de la muerte de Riccy Mabel?

Fíjese que la muerte de Riccy nos dio una experiencia en las calles exigiendo justicia para ella. Recordábamos hace poco con Óscar Flores, un maestro de la Normal con el que armábamos precisamente las marchas.

Encabezamos las marchas porque al profesor Isidro no le gustaba salir enfrente. Fuimos a los juzgados a exigir justicia y al final se logró que dos personas fueran sentenciadas.

¿Cuál es el momento más grato que ha vivido como docente?

El ver a los egresados de la Escuela Normal, a los egresados del Alejandro Flores, a los del Tiburcio Carías, alcanzando el éxito. Otra de las satisfacciones que tengo de la Escuela Normal es haber logrado que las actividades que en último año se realizaban en las escuela, donde se hacían las prácticas, se ejecutaran en el interior de la escuela. Gracias a eso, recuerdo que los estudiantes hicieron el muro perimetral, hicieron aulas, contribuyeron para el gimnasio.

¿A qué maestros de la Normal recuerda?

Se acaba de jubilar un gran amigo, César Humberto Dávila Nolasco, a la profesora Blanca Lilian de Díaz y a Esperanza de Barahona, que eran psicóloga; a doña Lidia Aguilop, que fue jefa del departamento de Orientación, luego llegó Alba Soledad Núñez; a Mélida de Segovia, a Virginia de Lizardo.

Me acuerdo de “la chilena”, Lilian Marín, una muy buena amiga, la íbamos a visitar con mi esposa a su casa, ya murió, era muy amiga de los gatos, tenía como 50. Fue una maestra muy estricta, la combatían por el carácter, tenía un trato fuerte con el estudiante, al estilo chileno.

¿Por qué los maestros abandonaron las aulas y se fueron a las calles?

Yo creo que es mucha influencia política y eso no se ha quitado. Cuando los políticos se metieron en la educación comenzaron a degenerar el sistema educativo. Empezaron a crear escuelas e institutos con su nombre, por querer ganar votos para las elecciones.

Muestra de ello es lo de 2009. Una situación política vino a descalabrar el sistema educativo nacional, vino a dividir totalmente al gremio. Las organizaciones magisteriales tomaron un rumbo político a favor de un partido político que nunca debieron hacerlo.

¿Está de acuerdo con que los maestros ya no aporten a los colegios magisteriales?

Para mí no debiera ser un requisito estar colegiado para poder concursar y trabajar. No debe ser una obligación colegiarse, uno no logra beneficio con estar afiliado a un colegio magisterial.

¿Qué es lo que le dan a uno? Cuando se jubila, hablando del Copemh, 20 mil lempiras que le llaman un seguro de sobrevivencia, ¿qué es eso después de tantos años de aportación?

Uno mensualmente ha estado pagando y en qué lo invierten, lo invierten en francachelas, en movimientos para beneficios de ellos, para darse plus, además tienen una licencia con goce de sueldo que les da el Estado; en fin, hay tantas cosas, por eso no debería ser obligatorio estar afiliado a un colegio para trabajar.

Y sobre el acoso sexual de maestros a estudiantes, ¿qué nos puede decir?

Es parte de la pérdida moral del compromiso que tiene cada docente con su vocación y formación de los niños y jóvenes de este país. El acoso sexual se ha degenerado completamente, muchos maestros que se han dedicado a eso, y la Escuela Normal no es una excepción, y lamentablemente los castigos son muy pocos.

¿Ahora ya jubilado qué hace?

Me jubilé el 2 de febrero de este año y ahora estoy descansando, después de 41 años de servicio. Actualmente estoy aprovechando a leer algunos libros. Voy a descansar un poco y luego voy a pensar qué podemos hacer.