Siempre

Tegucigalpa o la metáfora del rincón

Vivimos en una ciudad circular que encierra el aire y el alma de sus habitantes...

04.06.2021

Aquí siempre se es triste sin saberlo.
Nadie conoce el mar
ni la amistad del ángel.
Roberto Sosa
(Del poema “Tegucigalpa”)

TEGUCIGALPA, HONDURAS. - Tenemos la tendencia a definir la ciudad como espacio pero también puede ser la negación del mismo, es decir, ciudades que se anulan en sus propias coordenadas; ese vértigo lo sentí cuando vi por primera vez Tegucigalpa.

En realidad, nuestras ciudades viven presas de una falsa idea de modernidad, creemos que amontonar moles, construir aparatosos edificios de apartamentos o improvisar las llamadas “zonas rosas” nos hace más metropolitanos.

Esta aglomeración desmedida ha generado en el tegucigalpense una idea equivocada de convivencia y esparcimiento; en realidad, esta ciudad se mueve entre la plaza moderna y el rincón.

El rincón es una metáfora que expresa una sensación de automarginación o anhelo de reencuentro en una ciudad que masifica la convivencia de manera brutal.

Allí está el Rincón Catracho, Bar El Rincón; ya en los años cuarenta la Magnolia, un popular bar de la época, era una especie de rincón; famoso fue el bar Don Moncho, el que manejó Donna, una mujer más conocida que el parque La Libertad de Comayagüela; si al parque La Libertad se le conoce como el “rincón de los ladrones”, al bar Don Moncho se le conoció en los años noventa como el “rincón de los artistas”; Tito Aguacate es un rincón muy tradicional en el centro de la ciudad, el Callejón del Olvido en el barrio La Hoya es una especie de rincón ubicado en el centro de la ciudad al igual que el Duncan Maya, lugar donde lentamente se deterioran dos murales de Arturo López Rodezno, pintados entre 1940 y 1944.

El rincón de Mayra es proverbial porque colinda con el hoyo de Merrian; Pío Rico es un rincón lumpestre, como lo es el picnic propicio para caguamaneros; las llamadas Recreovías son rincones de diversión en medio de una ciudad caótica: ponés un pie fuera del parque y la convulsión urbana te golpea violentamente.

La palabra rincón es también un referente geográfico: ¿Dónde vivís?, pregunta un tegucigalpense a otro, -allá en el “rincón del diablo”, es la respuesta más común; cuando unos jóvenes se besan en una esquina barrial, la gente comenta: “se estaban arrinconando”.
El rincón y el arrinconamiento definen la filosofía urbana de esta ciudad.

Estos espacios ubicados en el centro histórico son símbolos de un pasado que constituyó al imaginario urbano-social de una época, pero hoy, bajo una ciudad moldeada por la arquitectura light, han quedado reducidos a la idea de tabernas con un público cautivo, gente que ha terminado constituyendo una especie de logia entre guaro y cigarros.

A veces tratamos de construir una imagen idílica de la ciudad, hacemos esfuerzos por convertirla en postal turística, esta manera de ver el espacio urbano es como barrer la basura y esconderla debajo de los muebles; Tegucigalpa en realidad es la ciudad meada, cagada, arrojada, basureada, rajada y podrida; para huir de esa realidad buscamos arrinconarnos en burbujitas donde no pasa nada como Cafemanía, Espresso Americano, Friday’s, etc.

No niego el carácter agradable de estos espacios, pero no son Tegucigalpa, son la antítesis de una ciudad desbordada por lo pestilente y catastrófico; este espacio sórdido, vulnerable y mal oliente es la atmósfera que envenena la desesperanza social de esta ciudad tendida entre puentes que no llevan a ningún lugar. Vivimos en una ciudad circular que encierra el aire y el alma de sus habitantes; Roberto Sosa en el poema Tegucigalpa dice: “En cada puente pasa la gente hacia la nada/y el silbo del pino tiene un eco de golpe”.

David Moya Posas la percibe como: “Esta ciudad partida por un río de agonizantes músicas” o como “un hueco de cal regado de fatigas”. Ambos poetas nos hablan de la ciudad como espacio de desesperanza aunque Moya Posas, más adelante, canta en el mismo poema su anhelo de porvenir.

Pero esta idea de rincón también se expresa en la corriente de inmigrantes que pueblan la ciudad, el tegucigalpense vive con la idea de que “nadie es de aquí” y no deja de tener razón, la mayoría de los capitalinos no son capitalinos, son inmigrantes que han sobrepoblado la ciudad en busca de mejor suerte; por eso, estos se asocian o se arrinconan en “Asociación de santabarbarenses”, “Comunidad olanchana”, “Los hijos de Danlí”, “Asociación de sampedranos”.

Tegucigalpa sólo es percibida como el “cuarto donde duermo”, son raros los que la identifican como su casa, su tierra, su origen.

No es casual que en temporada de vacaciones esta ciudad quede desolada, quizá sea el único momento en que los capitalinos se reconocen a sí mismos, se desarrinconan para volverse ciudadanos de un espacio que al repoblarse se anuló como urbanidad e identidad.

El autor

Carlos Lanza. Sus ensayos se han divulgado en revistas nacionales e internacionales. Ha publicado varios libros sobre arte y literatura. Sus estudios han profundizado en los lenguajes o expresiones del arte moderno y contemporáneo hondureño. Con sus investigaciones se funda la crítica de arte profesional en el país.

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