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Mario Amaya, el falso ropaje de la sencillez

“Terapia” es un relato en el que conviven la complejidad y la sencillez con naturalidad. Es también una muestra del talento de un joven narrador nacional

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09.02.2019

Se trata de una historia sencilla, hasta que llegamos al párrafo final. Entonces hay una vuelta de tuerca sorpresiva y el lector desatento puede terminar desconcertado. Sirva esto como advertencia para leer “Terapia”, el cuento de Mario Amaya que publicamos hoy.

Las descripciones son efectivas imágenes del ambiente y los personajes del relato: el escritor autocrítico y la terapeuta empática. De fondo, como una música misteriosa, está la presencia de una mujer y la lluvia cayendo sobre el tejado.

Todo este tejido de ficción, construido con elipsis argumentales y un sutil sentimentalismo, resalta por la habilidad con que los diálogos se articulan con la narración y por una extraordinaria concisión que le permite al autor desarrollar la historia rápidamente, dejándole al lector algunas preguntas para que se entrometa para redondear el sentido del relato. Las espléndidas imágenes que acompañan el texto son de Konstantin Kacev.

Las mujeres posan en ellas con un pudor liviano y sensual, en medio de un juego con la perspectiva que incrementa el erotismo y casi nos convierte en voyeristas. Los objetos del entorno y hasta la difuminación del cuerpo nos invitan a contarnos una historia, con la misma sutileza que el cuento de Amaya.

Este cuento tiene un final sorpresivo que
obliga a una o dos relecturas. Una de las
virtudes del relato: des-cripciones breves
y precisas.

Terapia
El murmullo ahogado de los ancianos que esperan, el incesante llanto de los niños y el frío provocado por la potencia del aire acondicionado. Merkel maldice que la doctora Susie tenga su consultorio en un hospital.

La secretaria sale y le indica que ha llegado su turno. Merkel se adentra en el consultorio al mismo tiempo que guarda su móvil. La doctora lo mira, le sonríe mientras le estrecha la mano.

Merkel la mira de arriba abajo, como hace cada vez que conoce a una nueva persona, analizando los detalles en su postura: trigueña, pelo lacio hasta la altura de su quijada, y una ternura en su mirada que le da confianza. Se sienta en el sillón y apoya sus codos sobre sus rodillas, se acomoda los lentes y entrelaza sus dedos, listo para comenzar la sesión.

Esta dinámica es completamente nueva para él, pero no es nada de lo que Sofía no le hubiese hablado en el pasado. La doctora Susie comienza preguntándole por su trabajo. Tengo un buen trabajo, afirma Merkel, los horarios son muy flexibles y los beneficios muy buenos.

Las preguntas que allanan el camino hacia el lugar donde debería prestar la mayor atención continúan: sus pasatiempos, sus amistades, sus relaciones románticas, sus cualidades como persona y, por último, su familia. Sus manos continúan entrelazadas entre sí a la altura de sus rodillas.

¿Tiene problemas para dormir? Sí, de vez en cuando. ¿Y qué es esto que le da problemas para dormir? En ocasiones sueño con una mujer con quien tuve un acercamiento amoroso que concluyó aproximadamente tres años atrás. La mayoría de estos sueños son tan vívidos y contienen tantos detalles que me resulta difícil distinguirlos de la realidad. ¿Cómo conoció a esta mujer?

La conocí en la boda de mi mejor amigo, enlazamos de una forma increíble, teníamos química, compartíamos intereses culturales, no amorosos. Ella estaba en busca de algo formal, yo de algo divertido.

Al cabo de dos meses encontró alguien con quien tener un compromiso más formal, ella me lo comunicó y yo adopté una postura de orgullo de la cual ahora me arrepiento. ¿Cómo se sintió cuando ella le comunicó esto? Me sentí triste. Yo había aprendido a quererla, pero no quería demostrarle eso, sino todo lo contrario.

El tono y la intensidad en la voz de Merkel ya no son los mismos, parece haber entrado en un terreno poco fértil que le hace ver vulnerable. ¿Y ha sabido algo de ella desde entonces? Merkel se toma un respiro, separa sus manos, y se impacienta por la incesante vibración de su móvil en su bolsa izquierda. Lo último que supe es que se comprometió.

¿Y nunca volvió a hablar con ella? ¿Qué sentido tendría hacerlo? Ella está feliz con su prometido, yo cometí un error y estoy aprendiendo a lidiar con él. Yo le aconsejaría que se ponga en contacto con ella, lo peor que le puede pasar es que le diga que no quiere saber nada de usted, pero al menos eso servirá para cerrar ese ciclo.

La doctora le comunica que la sesión ha llegado a su fin, que lo espera la próxima semana. ¿Siempre a la misma hora? Sí, siempre a la misma hora.

Los días pasan y Merkel finalmente decide que lo mejor es escribirle a Sofía. Coge el móvil entre sus manos temblorosas, busca su perfil en tuiter y le envía un mensaje relativamente largo.

Esa misma noche, en medio de una tormenta que no haría más que hacer del día siguiente uno muy caluroso, su móvil comenzó a sonar; en la pantalla apareció un número desconocido. Cuando escucha la voz del otro lado del móvil una felicidad indescriptible lo invade por dentro.

Cuando la llamada termina, siente que el vacío que lo ha estado devorando por dentro comienza a llenarse.

Se recuesta en su cama y se sumerge en una meditación profunda. Suelta el bolígrafo, se recuesta sobre la silla, se sacude los párpados y levanta las dos hojas que acababa de escribir, sujetándolas de esquinas opuestas.

Termina de leerlas y se convence de que cada día escribe peor; definitivamente no está hecho para la ficción autobiográfica.

Toma el encendedor y justo al momento de prenderle fuego, lo detiene el sonido de su móvil, que apenas alcanza a escuchar producto del ruido provocado por la lluvia cayendo sobre las láminas del techo. Apaga el encendedor y, con un nerviosismo escéptico, se abalanza a contestar la llamada proveniente de un número desconocido.