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‘Mala Nova: el tesoro de la montaña maldita’: vetas mal explotadas

En fechas recientes estuvo en cartelera este filme que ofreció nuevos tópicos a la filmografía hondureña, pero que también mostró los mismos defectos cometidos en otras cintas nacionales

08.12.2018

El jueves 25 de octubre se estrenó a nivel nacional “Mala Nova: el tesoro de la montaña maldita”, el quinto filme hondureño en salas comerciales en 2018 y el primero como cineasta de Wilfredo Leiva, de Pinalejo y Quimistán -municipios de Santa Bárbara- como locaciones fílmicas y de la minería como tópico en nuestro cine de ficción.

Esta película, catalogada para mayores de 12 años por el comité de censura, en su primera semana en cartelera estuvo en 14 salas a nivel nacional (siete en Tegucigalpa y una en San Pedro Sula, Choloma, El Progreso, Puerto Cortés, Comayagua, Juticalpa y Choluteca), en la segunda semana solo se mantuvo en dos salas, ambas en la zona norte, y para la tercera semana desapareció de los cines, pero reapareció en funciones especiales en Pinalejo y Roatán.

Un mal presagio
Pagué mi boleto y asistí a verla el lunes 29 de octubre en Metrocinemas Novacentro, aprovechando que estaba a mitad de precio. Fui a la tanda de 1:10 PM. Al ingresar veo con extrañeza que solo una persona estaba en la sala, una estudiante de alguna carrera médica.

Sin embargo, no debería de extrañarme, la raquítica asistencia para ver cine hondureño se ha vuelto una constante en la capital, sobre todo si el filme no fue rodado en Tegucigalpa, no cuenta con rostros populares en su elenco ni tuvo una intensa campaña publicitaria.

En busca de la trama creíble
El título nos adelanta lo que nos espera en la pantalla: la búsqueda de un apetecible botín por parte de un grupo de personas en cuya aventura afrontarán muchos peligros, tanto terrenales como extraterrenales. Esta fórmula ha dado al cine sagas exitosas como las de Indiana Jones y National Treasure.

La historia inicia en Pinalejo, donde dos amigos contemplan una montaña boscosa y uno de ellos le cuenta al otro una leyenda de que allí hay una mina que esconde un tesoro que nadie ha podido extraer por estar maldita.

La desesperanza que se vive en la comunidad alienta al par de amigos a aventurarse rumbo a la mina para obtener el legendario tesoro y con ello resolver todos sus problemas. Si la ingenua premisa que da pie a la exploración es difícil de creer, esta se torna absurda cuando una banda criminal se entera del plan y decide seguirlos por la montaña y dejar que extraigan el tesoro para
luego robárselos.

Situaciones típicas de este género como que los jóvenes desoyen los consejos de los mayores y de expertos y por ello sufren las consecuencias de sus actos, que el grupo de exploradores se va desintegrando poco a poco por diversas causas o que los “malos” de la película siempre perecen y el protagonista “bueno” es salvado in extremis, se muestran en el filme.

La estructura narrativa es lineal, con algunos flash-backs. El principal problema del guión es que los acontecimientos fluyen de forma forzada con puntos de quiebre inverosímiles o resoluciones pañusas para abandonar cabos sueltos. Por ejemplo, cuando el frustrado protagonista está perdido en la montaña, de la nada aparece casualmente una hermosa ballestera que lo encamina hacia la mina. O cuando en una persecución una chica de la banda criminal desaparece súbitamente, uno de sus compinches expresa -con la sabiduría de un delincuente en temas supraterrenales- que ya la perdieron porque atravesó un portal a
otra dimensión.

Los diálogos no convencieron porque, aparte de las actuaciones irregulares, a menudo usaban el tú como tratamiento en vez del usted o el voseo, más usuales, por eso las escenas de reflexión no fueron creíbles.

El que mucho abarca...
En el genérico, esta producción de MN Mountain Studios mostraba algo curioso: el nombre de Wilfredo Leiva aparecía no solo como parte del elenco, sino en montaje de sonido, edición, efectos visuales, diseño de producción, dirección de fotografía, guión y dirección. Es muy raro que en un largometraje una sola persona decida hacerse cargo de muchas áreas técnicas de la producción ya que se corre el riesgo de perder el enfoque, la calidad y el control por el exceso de trabajo autoimpuesto. Si la película resultaba en una agradable sorpresa o un fiasco, el responsable ya tenía nombre y apellido.

En conclusión, el filme padeció de un mal recurrente de nuestro cine: tener buenas ideas e intenciones, pero fallar en la manera de contarlo. Wilfredo Leiva ya nos demostró que es capaz de conformar y liderar un equipo de trabajo, obtener financiamiento y cumplir su sueño de filmar en su comunidad. Ahora tiene que demostrarnos que sabe hacer buenas películas.