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¿Cómo elegir la mejor lectura entre tanta industria editorial?

Un buen libro, uno de los que se consideran “clásicos”, es aquel que nos sirve de referencia. Como el faro que indica al pescador donde está el puerto.

06.12.2017

Tegucigalpa, Honduras
La máquina de la industria editorial lanza constantemente títulos y títulos sobre los más diversos temas. Si están de moda los libros de aventuras tenemos una oferta increíble de nuevos talentos del género; si una película taquillera tiene su versión escrita encontramos nuevas ediciones cada semana.

Pero ¿es realmente este tipo de literatura el que disfrutamos y recordamos posteriormente?, es decir, ¿nos llena de tal manera que incorporamos en nuestra vida algo de lo que leemos realmente útil?

Tal vez debemos preguntarnos primero, ¿qué es un libro clásico? No se trata solamente de mirar los años que hace que se escribió, o si le han puesto la etiqueta de bestseller en la portada. Por encima de esto está el valor de su contenido, para toda la humanidad o para uno mismo, para nuestros días y para tiempos pasados.

Los llamados clásicos (a nivel nacional, mundial o universal), tienen inevitablemente algunos ingredientes básicos que aportan algo útil para los hombres. Precisamente por esto, la lectura de estas obras de arte tiene diferentes interpretaciones según el momento, lugar o circunstancias en las que lo leemos. No es lo mismo leer una poesía de Amado Nervo con 15 años que con 30 o 40.

Las sensaciones o impresiones que tenemos al leerla no son las mismas ya que, como lectores, aportamos a lo que leemos nuestra propia experiencia personal. Por tanto, la comprensión de lo que el autor está describiendo no es igual para un adolescente enamorado del amor que para una persona de mediana edad.

La explicación es sencilla: Así como en la niñez no podíamos ni ver un plato de espinacas y ahora ya apreciamos su sabor, o en la adolescencia creíamos que nada de lo que decían nuestros padres era cierto y ahora nos damos cuenta de la razón que tenían, del mismo modo las lecturas que antaño rechazábamos por ser “aburridos cuentos antiguos”, tienen ahora más valor.

Si leemos por ejemplo las aventuras y desventuras de Ulises, buscando su amada Ítaca. Nos identificamos con la búsqueda y las dificultades del protagonista de la obra de Homero. Pero así como el héroe se enfrenta a monstruos, tormentas, cantos hipnotizantes de sirenas o a sus propios temores, nosotros nos enfrentamos a nuestras dificultades diarias, a nuestros fantasmas y a nuestras debilidades.

Este es el poder de las obras atemporales, de los llamados clásicos: una guía para descubrir o redescubrir que tenemos en nuestras manos las herramientas necesarias para enfrentarnos a los obstáculos que se nos presentan día a día, una enseñanza sobre la aventura de vivir.

Es por esto por lo que estas obras sobreviven a lo largo de los años y los siglos, por encima de otras obras de gran difusión pero que se olvidan pasados unos años. El contenido de los clásicos va más allá de la trama argumental, y es precisamente por eso por lo que acabamos leyéndolos, no por obligación ni curiosidad.

Esto es lo que tantas y tantas veces deberíamos recordar a la hora de elegir una lectura, no solo la cantidad de carteles publicitarios que vemos en las calles, sino el peso y valor que tiene un libro. Se trata de escoger los libros, independientemente del año en que se escribieron o quién es el autor. Saber seleccionar lo que leemos; un equilibrio de buenas lecturas.