Siempre

La mirada abierta de Jon Andión

Es un libro donde la poesía es el eslabón de un diálogo entre el poeta y obras de artistas plásticos o visuales disimiles en sus visiones estéticas y tiempo de creación

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19.11.2017

Del poeta Jon Andión, conozco tres de sus cuatro libros publicados. Los leí con las pausas esenciales que alientan a todo lector de poesía; antes no tenía ninguna referencia de él; sin embargo la vida nos permitió coincidir en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica de este año, donde también conocí a otros poetas sobre los que escribo y que participaron en este magnífico evento que lideran Norberto Salinas, Rodolfo Dadá y Julieta Dobles, tres referencias de la poesía costarricense.

Joaquín Pérez Azaústre opina en la presentación del libro “Soñar” de este autor que “en la poesía de Jon Andión asistimos a un descubrimiento personal: el de un sujeto poético reconvertido en voz colectiva y sutil, a través de una estratificación en el espacio de la voz metafórica, mediante unas imágenes sencillas que van ganando volumen en la respiración de la lectura, pero también en la propia melodía fonética de las palabras como objetos sonoros, sosteniendo su ritmo, alzándolo y rompiéndolo, en una integración encadenada, de creciente espiral, que es una producción musical en sí misma”.

Por supuesto que es complicado ofrecer opiniones panorámicas de la obra total de un poeta, pues cada poema sobrevive y arde en la propia verdad de su instante y aunque el fantasma de su creador o la línea de un estilo esté presente, no lo define, pues todo buen poema es deriva y lectura abierta; sin embargo, nos corresponde tomar el riesgo, asumir lecturas y cercanías con la poesía o con un poeta; en este caso, la poesía de Andión posee un sentido de transparencia y de antiguos silencios dispersos en los instantes de un presente que puede resultar revelador del transcurrir total.

“La mirada abierta” es un libro donde la poesía es el eslabón de un diálogo entre el poeta y obras de artistas plásticos o visuales disimiles en sus visiones estéticas y tiempo de creación, aunque el tiempo de su lectura sea un presente que se destruye perpetuamente.

No se trata de una catarsis del poeta ante un cuadro ni de una elucubración, sino de una propuesta de lectura cuyo centro supera la idea de descripción de la obra o la sola idea de opinión de un lector o espectador de la misma; todo lo contrario, nos revela la imposibilidad, la subjetividad y la carencia humana para explicar con palabras lo que se comprende con perfección desde los sentidos; es aquí, pienso yo, donde Jon Andión logra esa transparencia característica de su poesía, aún en aquellos textos que requieren de un lector avezado de las artes visuales, con cierta materia viva de referencias culturales o de otros textos donde el hermetismo induce a ser clarividencia y no un asomo a la cerradura.

Foto: El Heraldo

Una poesía que recorre los instantes del presente e intenta cruzar la vida cotidiana armada con las percepciones intuitivas o intelectuales que confortan los instantes o los convierten en verdaderos asideros de la duda. Hay algunos poemas que desde mi particularidad como lector los he leído varias veces y ha sido por compartirla fascinación que me ha producido desde que lo descubrí un artista como Hopper, ese sentido tan humano de la orfandad y la desolación y Andión recorre algunos de sus cuadros para desatar otra vez la furia de la incomunicación de los personajes, su épica forma de vivir la intimidad y ese sentido casi morboso con el que el espectador intenta descubrir sus pensamientos, es así porque si en Hopper los puntos de vista y los grandes espacios irradiados por entradas bárbaras de la luz cuyo efecto es capaz de causar la grandiosidad de los objetos y de aplacar la existencia (no digo que en Hopper las atmósferas, que sí son importantes, sean las que concentran mayor peso semántico, pues son los personajes y su posible mundo interior lo que permite que su universo sea de ese modo, incluso en cuadros donde no hay seres humanos como “House at dusk”, la casa no es una realidad objetual sino un personaje) en la poesía de Andión el diálogo es más íntimo y trata de auscultar los pensamientos de esos personajes que son tan reales como solo pueden serlo las ideas, las concepciones de las verdaderas obras de arte, la vida misma de cualquier persona cuyo viaje cotidiano significa la edificación íntima de una epopeya moderna donde sobreviven los dilemas personales que bien pueden significar la suma de la desolación de la vida contemporánea.

Es aquí donde esa poderosa noción de soledad no da lugar a otra interpretación que no sea el absurdo y la orfandad: el hombre moderno no pertenece a ningún lugar, Andión nos asoma a ese germen de su abandono e intenta salvarlo al ofrecerle el poema como única posibilidad de autorreconocimiento de su condición en el mundo.

“La mirada abierta” dialoga también con obras de Chagall, Dalí, Cézzane, Hodler, Olga Rozanova, Sonia Delaunay, Natalia Goncharova, Van Gogh, Braque, Popova, Antonio Tapies, Jorge Oteiza, Leger, Claudel, Giacometti, Cellini o Pierre Huyghe, de ahí surgen sus poemas, se trata de leer un universo desde otro universo, sin embargo, las lecturas de Jon Andión son auténticas y personalísimas, de algún modo abandonan el molde que el canon, la crítica o la institucionalidad les ha dado a estas obras o autores universales, haciendo incluso que muchas formas de acercarse a ellas hoy sean cultos clichés o visiones enlatadas de una idea de “cultura” de las guías del arte o de los turistas.