Tamsui, Taiwán
Calmada como el río Tamsui, la capital de Taiwán languidece perezosa una tarde cualquiera. Hay 30 grados de sensación térmica y mientras el ejecutivo de relaciones internacionales Diego Lin les presenta a sus 25 invitados periodistas de cinco continentes el famoso restaurante Din Tai Fung en la coqueta Torre 101 de la calle Shifu, seguramente otros 25 turistas encaminan sus pasos al Distrito de Shilin, donde el inconfundible olor a tofu revela que se ha entrado a la cocina china tradicional. Bienvenidos...
Unos ocho millones de chinos que sueñan con ser reconocidos por el mundo como una nación libre y autónoma de China continental se mueven día y noche en esta urbe que sonríe luminosa y que apenas duerme, pero que se alimenta con una variada energía. Vaya que sí.
Y si es verdad que el gusto entra por los ojos, la gran ventaja de la gastronomía taiwanesa es que se puede ver en la cocina la preparación de casi todo lo que te sirven en la mesa. Tras observar en primera persona el trabajo de cocineros chinos formados en grupos de seis, a cambio de unos 150 lempiras (algo así como 200 nuevos dólares taiwaneses) pudimos examinar en boca propia 10 ejemplares de los famosos xialongbao de puerco, el platillo fuerte del Din Tai Fung, ese particular local que cuenta con una estrella Michelin y que hace cuatro años, por ejemplo, recibió la visita del famoso actor estadounidense Tom Cruise.
Llegaron sucesivamente los xialongbao de cangrejo, pollo, camarones y hasta uno dulce de postre. Los xialongbao o dumplings no son más que pequeños panecillos de masa guisada rellenos de carne que provocan por su olor todo lo contrario del tofu, esa pasta en forma de rectángulo que parece queso y que se forma de la mezcla de leche de soja, agua y un solidificante que ahuyenta a cualquier parroquiano -literalmente en su estado más puro sabe a caca- hasta que tiene la osadía de probarlo.
Hay que pagar 700 lempiras (950 NTD) por un plato de sopa de tofu, el apestoso tofu que da el recibimiento a la calle más cruda del mercado nocturno de Ximending.
Culebras, cerdos y mesas con estufa...
Pasan las 10:15 de la noche y la luz parece morir en el intento de ser guía artificial de una zona que aprovecha el instinto voraz de los chinos, personajes de buen diente.
Estamos en compañía del campeón centroamericano y maestro de ajedrez Samuel Norales, un hondureño que hace 11 años vive en Taipéi y que gustosamente ha decidido acompañar a EL HERALDO por estas callejuelas que huelen a la zona asiática más al este.
Realmente no hay mucha gente y los dueños de los puestos callejeros saludan en un mandarín acaso educado. Probamos el lu-Wei mixto, un pastel de arroz y mariscos bañado en sangre de cerdo pagando 50 lempiras (60 NTD). Lo pedimos para llevar porque la misión era llegar antes de la madrugada al callejón de las serpientes; a decir verdad, uno de tantos que pululan en Taipéi.
Claro, por más que la cultura china tradicional vende el mito de que la carne y la sangre de las serpientes ayuda a mejorar la actividad sexual, llegar a esta zona del barrio chino fue solamente una incitación al morbo. Una hermosa coral amarilla depositada en una urna de vidrio se aprestaba a ser pedida por algún cliente (aunque había más ratones para alimentar a las boas que parroquianos).
¿Cómo funciona? Si usted quiere vino de culebra, elige la serpiente, espera que un afilado cuchillo la desangre hasta que ese líquido se mezcle en un vaso lleno de vino chino. Mejor no preguntamos el precio, sobre todo por lo que cuenta la BBC en un reportaje escrito el año pasado: “Un video de Youtube de una serpiente viva que era introducida en una gran botella de alcohol para hacer vino se volvió viral, con espectadores boquiabiertos que veían al reptil exhalar sus últimos suspiros”.
La práctica es una polémica costumbre asiática. Por eso finalmente mejor nos fuimos a un sui géneris restaurante donde la comida llega cruda a tu mesa. ¡Sí, cruda! La idea es cocer las carnes y las verduras en una miniestufa de gas que cada cliente controla desde su silla. Todo se cocina a base de agua.
Estamos en el restaurante de origen nipón Shabu Shabu y el plato de bistec se pagó a razón de 500 lempiras (unos 680 NTD). Con los palillos chinos en posición de comida finalizada, abandonamos una jornada repleta de sabores y olores nuevos, una auténtica vuelta de tuerca de la comida occidental. ¿Se animan?