Tegucigalpa, Honduras
"Morazán”, la película, está dejando un precedente significativo para ver nuestro cine con los criterios más altos de exigencia.
La Fundaupn Films nos trae la inversión hondureña más fuerte en nuestro cine hasta hoy, sobrepasando los seis millones de lempiras bien manejados, principalmente por Ana Martins y todo ese equipo de producción que nos ofrecen un producto de alta factura, con una bella atmósfera visual y emocional.
Película extremadamente coral, su reparto está compuesto por más de una decena de personajes principales que interactúan “a favor” o “en contra” de Francisco Morazán Quezada (personaje central).
Docenas de extras se suman y dan cuerpo a esa muchedumbre que testificó el destino de nuestro legendario prócer. La buena orquestación de puesta en escena de todo este numeroso colectivo de actores y actrices es todo mérito de la dirección, encabezada por el experimentado cineasta Hispano Durón, quien con esta película vuelve al terreno del largometraje con buen pie.
Asimismo, es necesario recalcar el exquisito trabajo de música, sonido y especialmente fotografía.
César Hernández y su equipo técnico logran conectarnos con el pasado a través de una estética de luz eficazmente elegante. Douglas Alonzo y todo su equipo de arte logra acertadamente reducir una propuesta de escenografía sutilmente minimalista y, con ello, poder así llegar a resaltar todo el esplendor del vestuario que acompaña a las labores actorales en la recreación de los personajes principales.
No obstante, de todos las resoluciones de vestuario, una fundamental y que debía sobresalir, a mi parecer, como una luz que guía el camino heroico de Morazán en su gesta, resulta tibiamente opacada; me refiero al atuendo diseñado para un personaje tan esencial: la señora Josefa Lastiri de Morazán, digna esposa y pieza clave en el apoyo y la financiación de la lucha por los ideales del héroe.
La fuerza interior que demuestra Melissa Merlo en su muy buena actuación compensa, en parte, el respetuoso rescate de esta figura fundamental, sin embargo, creo que no es suficiente y por ende, nos quedamos en deuda para con ella y con su memoria.
El excelente trabajo de Merlo en actuación me lleva a elogiar y agradecer particularmente a Orlando Valenzuela y a Tito Estrada por el brillante nivel actoral que dejan como estándar, personificando al general Morazán y el general Pinto Soares, respectivamente.
Después de ellos, tenemos una gama diversa de actuaciones, algunas muy bien logradas y otras menos. Resaltaría al menos -por cuestión de espacio aquí-, el soberbio trabajo de Christian Hernández, que a su corta edad encarna con mucha dignidad y naturalidad a nuestro Francisco Morazán y destacar también el excelente trabajo actoral del jovencito Amaru Martínez como Sebastián.
Producción
Siendo muy difícil encarar un proyecto de arraigo histórico como este, la producción ha tenido un reto muy grande, buscar el equilibrio de presentarnos una buena película de ficción que, con respeto a los hechos documentados, invite a explorar ese momento sensible de nuestra historia. En la búsqueda de ese equilibrio, encuentro una de las pocas pero cruciales debilidades de la película: el guión.
Y es que, esta narrativa de carácter épico, no logra una progresión fluida desde el principio y durante un gran tramo de la primera parte del metraje, lo cual probablemente debido al empeño innecesario de sentar numerosas acotaciones históricas. Así pues, en este lapso de la película, la intención no es clara; es decir, si su fin es más documental, por el énfasis en repetir los nombres de los personajes o, si es más argumental y por lo tanto, debería regalarnos más lenguaje audiovisual y no cantidad de diálogo explicativo.
Este problema se logra solventar hacia el final, donde centran nuestra atención en el viaje y el épico destino del protagonista.
En cine, el diálogo siempre es un talón de Aquiles, y aquí encontramos malas líneas de diálogo que sirven de medio para mostrarnos un acontecimiento, o aun peor, un descubrimiento por venir, esos diálogos son estériles, por tanto, suprimiéndolos habrían dado cabida a mejores momentos de acción y no de declamatorio discurso histórico.
La edición de la película, encargada de marcarnos las pulsaciones emocionales y el ritmo de la narrativa, también flaquea en algunos momentos donde se torna vertiginosa, sin darnos espacio de respiro, para intentar lograr abarcar toda la información preparada; algunas elipsis eran necesarias para darnos sensación del paso del tiempo, de que vamos avanzando con la historia y no que nos están presentando estampas históricas, una sobre otra.
Concretando, “Morazán” logra con buen nivel abrir las expectativas a un cine épico en nuestro país y lo hace con la gran responsabilidad de presentarnos el lado humano de la figura idílica libertaria y unionista de nuestra Centroamérica. Aplauso para todos y cada uno de los responsables de esta excelente película