Honduras

Historia de amor, propósito y decisión

Las hermanas Lorena y Jacki Guerra deciden utilizar su pasado en la orfandad para impulsar y amar a la juventud hondureña con la fundación de Casa Hogar, un orfanato que cuenta con más de 60 niños hasta la fecha

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13.10.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La realidad de un niño que se encuentra en estado de orfandad se puede resumir en tristeza y falta de amor. Ese es el día a día de cientos de niños en Honduras. Lo que viven estos pequeños proyecta un futuro casi similar para todos, el ciclo de soledad, maltrato y violencia pareciera no terminar.

Las hermanas Lorena y Jackeline Guerra son dos mujeres que vivieron junto a sus hermanos la realidad de un segmento vulnerable dentro de la población y le cuentan en exclusiva a EL HERALDO cómo es el ambiente dentro de un orfanato en el sector público.

“Somos cuatro hermanos, vivíamos con mi madre, nuestros padres nunca estuvieron, no conocimos a nadie más allá de mamá”, confiesa Lorena.

Los hermanos tenían 11, 10, siete y tres años cuando muere de manera repentina su madre tras un fallo cardíaco y al no tener ningún familiar cercano una trabajadora social decide llevarles a Aldeas SOS de Sor María Rosa, hoy conocido como Casitas Kennedy.

Al entrar a ese lugar algo cambia en los hermanos. “Estando allí nos dimos cuenta que éramos estadística, no solo un grupo de cuatro hermanos en una tragedia, habían aproximadamente 400 niños”, cuenta Lorena. Durante su estadía en el lugar no imaginaron ser parte de una de los segmentos poblacionales más vulnerables de la nación.

“Obviamente en nuestra niñez no nos dimos cuenta de la magnitud de orfandad, pero a medida crecíamos veíamos niños en Tegucigalpa, Choluteca, Tela, entre otros, éramos un grupo más de niños abandonados”, comenta Lorena, la hermana mayor. Durante su estadía en el orfanato permanecieron juntos como familia por poco tiempo, fueron separados los dos varones de las dos mujeres, Lorena y Jacki. El día a día se vuelve difícil en esas instalaciones, ambas recuerdan las diferentes formas de abuso psicológico y físico que se vivían por parte de otros niños o jóvenes, además del personal que laboraba en la institución.

Al crecer, Lorena es una vez más separada de Jacki (la menor de los cuatro) dejando a los hermanos en lugares diferentes y sin contacto regular. Jackie comenta lo difícil que fue encontrarse lejos de su familia.

“Ese tiempo significó soledad, tristeza, desvaloración, no había un propósito, no hay nadie que te ame, te proteja, no hay nadie que te respalde, simplemente hacés lo que tenés que hacer pero sin sentido, sin sueños, sin visión de la vida”.

Tras varios intentos fallidos, Lorena logra salir de los orfanatos para alquilar su propio espacio, convenciendo a uno de sus hermanos para acompañarla. Durante ese tiempo luchó por conseguir la tutoría legal de Jacki hasta que finalmente lo logró.

Las hermanas se reúnen después de varios años. “Lorena se convirtió en mi mamá, mi protectora, la mujer que tomó el reto de darme el estudio, fue mi ejemplo, nos sacó adelante, me impulsó, en ese momento la palabra familia tuvo sentido”, recuerda Jacki entre lágrimas.

Ambas se propusieron ser diferentes: estudiar, trabajar y romper el ciclo de maltrato y violencia en sus vidas. Formaron familias y se desarrollaron de manera profesional.

Casa Hogar
Tras vivir mucho tiempo en diversos orfanatos, ambas comprenden la necesidad que existe en la niñez de Honduras. “Queríamos crear un lugar donde se enseñara a soñar, a dar y recibir amor, no iban a haber castigos con golpes y maltrato”.

Un niño huérfano está en necesidad de amor, protección y familia. La familia Guerra decide crear un lugar donde los niños puedan sentirse en casa y, sobre todo, que entiendan que hay gente que los va a apoyar siempre.

Casa Hogar se vuelve una realidad gracias al apoyo de una iglesia local y la ayuda de más iglesias en el extranjero que decidieron apoyar el sueño de cambio. Tras varios años de procesos legales, el proyecto inicia de manera oficial con tres encargadas, una junta directiva y los directores Asdrúbal y Karla Salinas en el 2008.

El grupo de infantes cuenta con terapias psicológicas, tratamientos médicos y odontológicos, además de una educación integral completa.

“Nosotros creemos que el amor cubre cualquier cosa, tratamos de darles todo lo básico y que logren entender que pueden ser diferentes si toman las decisiones correctas”, concluyen las hermanas Guerra.