Honduras

Niños y niñas volvieron a la escuela a construir su futuro

Según el INE, en el país laboran 433 mil infantes entre 5 y 17 años, de los cuales 226,886 no estudian, pero hay 5,700 menores que decidieron regresar a las aulas en 11 municipios

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09.09.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Mario Israel Jiménez Rodas solo tiene 12 años y a los 10 ya se dedicaba de lleno al cuidado de una docena de reses propiedad de su tío.

La jornada para el pequeño de tez trigueña y vivaces ojos negros comenzaba a las 4:00 AM. Cuando la mayoría de los niños de su edad aún descansaban, él tenía que emprender un viaje de dos horas hasta el río más cercano para que el ganado aguara.

Un vaso de agua y una taza de café era el único alimento que Mario ingería previo a emprender el viaje diario.

Para las 6:00 de la mañana, cuando el calor asoma y se queda a vivir en San Lorenzo, Mario ya había logrado llevar todo el ganado hasta la orilla del río. Ahí esperaba seis largas horas antes de dirigir de nuevo el ganado a sus corrales.

“Para no tener que caminar cuatro horas más, me quedaba esperando el ganado y luego venía a encerrarlos”, comenta el jovencito con un tono de timidez.

Al mediodía, la temperatura y los rayos del sol estaban en su punto más alto, pero eso no impedía que emprendiera su viaje de regreso, acompañado solamente de las reses, y motivado por llegar a su casa para poder almorzar.

El trabajo de Mario le impedía cumplir con su jornada educativa extendida en la escuela Augusto C. Coello, donde cursaba el cuarto grado, a la cual solo asistía unas cuantas horas por la tarde.

Su deseo de superación era más fuerte y aún con el cansancio a flor de piel asistía a la escuela logrando aprobar, con algunas dificultades, el cuarto y quinto grado.

“A veces venía tan cansado que no me quedaban ganas ni de comer, solo me acostaba y cuando me despertaba comía y ya no venía a la escuela”, recuerda.

Las penurias y peligros a los que se ha enfrentado están reflejadas en las innumerables cicatrices de sus manos, no por hacer travesuras, sino por utilizar machetes y cuchillos para cumplir con una labor de adulto.

Una esperanza
Con la creación del Comité Contra el Trabajo Infantil (CLC por sus siglas en inglés) en su escuela, los docentes y padres de Mario comenzaron a recibir capacitaciones sobre las repercusiones que tendría en la vida del niño el dedicar la mayor parte de su tiempo al trabajo y no a la escuela.

Las agotadoras jornadas de trabajo y las responsabilidades a su cargo hicieron madurar a Mario, cambiando por completo su personalidad. Dejó de jugar y bromear con sus compañeritos, se convirtió en un niño apartado, retraído y callado que prefería ir a trabajar para aportar dinero al hogar que practicar fútbol o participar en actividades escolares.

“Mario ha tenido cambios serios en su personalidad y en la manera de ver la vida, ahora todo es distinto, está asumiendo nuevamente que es un niño y que tiene que disfrutar esta etapa de su vida” comenta Belsa Aguilera, directora del centro educativo.

Actualmente, Mario cursa el sexto grado y asiste religiosamente a diario a sus clases, ha logrado ser uno de los más destacados bailarines de danza folclórica de la escuela y ha decidido que continuará el nivel medio para convertirse en militar.

La historia de Mario está ligada a la de otros 5,700 niños de 11 municipios del país que a través del programa Futuros Brillantes de Visión Mundial intentan cambiar las herramientas de trabajo por una oportunidad escolar, en un país donde, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), más de 433 mil niños se dedican al trabajo infantil.

Lo alarmante de la fría cifra es que 226,886 no están estudiando. Jorge Valladares, director del proyecto, indicó es parte de una importante cooperación por parte del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, con una inversión de nueve millones de dólares (216 millones de lempiras) para cinco años de vigencia, está enmarcado en la búsqueda de retornar a la escuela a los niños trabajadores que la han abandonado.

“La gran brecha en Honduras es terminar con esa tradición de que somos un país cuya educación promedio es sexto grado, cuando otros países a nivel centroamericano tienen secundaria completa como nivel mínimo de educación nacional”, comentó.

La formación a la que son sometidos los padres de familia, docentes y líderes comunitarios en Marcala, La Paz, San Pedro Sula, San Juan, Intibucá, Valle y Choluteca va cambiando la percepción de vida de las familias y ha contribuido a atender el enorme reto de país llamado trabajo infantil.