Honduras

Frutas y bubuchas están comiendo en el corredor seco

La gente se está alimentando con las frutas que encuentra y los animales de los ríos, como pescados, chacalines y canechos

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07.08.2018

FRANCISCO MORAZÁN, HONDURAS.- En el interior de Honduras se acostumbra a cenar a las 5:00 o a las 6:00 PM por muy tarde.

Justo a esa hora, cuando el sol comenzaba a descender por las cumbres áridas del municipio de La Libertad, Francisco Morazán, el equipo de EL HERALDO pasaba por el lugar. Tres señoras, todas madres de familia, discutían sobre cómo enfrentar los momentos duros de pobreza que les ha traído la variabilidad del clima.

Frente a ellas una milpa, totalmente seca, alimenta el desaliento de no tener nada para comer.

Buenas tardes, ¿cómo están?, preguntó el reportero desde el otro lado del cerco de púas.

“Aquí viendo cómo hacemos, porque no tenemos ni tortillas para cenar”, respondió doña Maura Escobar, invitando a pasar mientras la oscuridad comenzaba a dar paso a la noche.

Frente a ella sus nietos, dos niñas de 7 y 11 años y un pequeñito de 4, se reparten una sandía que su madre, la hija mayor de doña Maura, les compró.

“Teníamos diez lempiras y compramos una sandía, con eso tienen que aguantar”, dijo la madre de los pequeños mientras daba de amamantar a otro recién nacido.

“Aquí estamos olvidados y la situación cada vez es peor, este año todo se perdió”, exclamó la señora señalando con su dedo índice la siembra de enfrente de su casa, que se quedó solo en matas.

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Mientras los niños a punta de cuchillo le sacan hasta lo último que se puede comer a la sandía, doña Maura contó que “nosotras no sembramos, pero cuando hay cosecha los vecinos nos regalan unos granitos y con eso pasamos o logramos comprar más barato, pero ahorita todo está caro”.

Acostarse con el estómago vacío en estos tiempos se vuelve una obligación, “si solo tortilla con sal nos tocó comer, eso comemos, mientras esperamos que se haga la voluntad de Dios, porque aquí no hay ni trabajo”.

En el corredor seco, compuesto por los departamentos del sur de Honduras, lo único que le queda a la gente es el ingenio para buscar comida.

El olor a pescado sale del fuego ardiente de la cocina de María Silva, donde su hija cocina pescaditos sacados del río que pasa por la zona.

“Esta son chumbas (bubuchas o pescado pequeño), también sacamos chacalines y canecho, con eso pasamos porque no hay comida”, toda la milpa se perdió, aseguró la mujer en la aldea Cerro Grande, de Coray, Valle.

Naturaleza
El panorama es deprimente desde Nacaome, Langue, Coray y otros municipios de Valle, pasando por La Libertad, San Miguelito, Cuararén, Alubarén y La Venta, en Francisco Morazán.

En el cauce de algunos ríos, por donde pasaba corrientes de agua, hoy el polvo se levanta entre las piedras. Los dueños de ganado vagan por veredas con los animales que lucen desnutridos en busca de las fuentes de agua para que no se les mueran.

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La cosecha se perdió en su totalidad y ante la falta de apoyo y orientación técnica de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), los campesinos queman las parcelas, alistándose para la siembra de postrera.

Algunos pozos se han secado, el agua también se agota y para sobrevivir hay que echar mano de los recursos que la misma naturaleza ofrece.

Saliendo de Nacaome y entrando al municipio de Coray un enorme garrobo se cruzó por la carretera.

Estos animales también son parte de la dieta diaria de los pobladores de estas zonas, cuando logran cazar alguno, no les queda de otra.

La falta de alimento y de agua también hace sufrir a los animales domésticos, para el caso en Moropocay, Valle, las gallinas no ponen huevos.

“Estamos tan torcidos que ni las gallinas nos quieren dar huevitos, esto es terrible y los cipotes perdieron toda la milpa”, se quejó doña Blanca Domínguez, de 72 años.

“Este año ha sido muy difícil, no cosechamos nada de lo que se sembró, estamos pasando porque todavía tenemos maicito del año pasado, pero cuando se termine a saber cómo vamos hacer”, expuso mientras se paseaba descalza por la cocina moliendo las tortillas de la cena.

Veranillo
Para el productor Hernán Villalobos, la dura temporada seca que están enfrentando es algo divino y no deben quejarse.

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“A este tiempo le llaman el Veranillo de Santa Ana, es una temporada seca donde deja de llover, solo Dios sabe por qué y no hay que lamentarse”, expuso el agricultor.

“Sembré 16 medidas y no coseché una mazorca, no llovió nada, solo cayeron unas tormentas los primeros días de mayo y luego se fue el agua”.

Afirmó que lo mismo les pasó a los agricultores de las zonas aledañas, algunos lograron sacar uno o dos quintales, pero no lo suficiente para enfrentar los meses que se vienen.

El joven agricultor lamentó que a pesar de que son zonas alejadas, donde no hay oportunidades de trabajo u otras formas de ganarse la vida, no tienen apoyo del gobierno.

Los técnicos de la SAG no se aparecen en todo el año, necesitan semilla y capacitación para saber afrontar estos cíclicos fenómenos que los agobian todos los años.

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“Pedimos al gobierno que se acuerde de nosotros, que somos pobres, pero que no lo hagan por política, que la ayuda sea pareja para todos los hondureños de estos pueblos del corredor seco”, demandó.

En estos lugares la gente consume agua de pozo, el mismo líquido con el que se baña, lava ropa y trastes, cocinan y beben.

No existe ningún tratamiento para potabilizar el agua, “a los cipotes no les hace daño”, aseguró Daysi Dominguez, habitante de Guacirope, Nacahome, Valle.

Indicó que su esposo tenía una milpa abundante “pero solo nació el jilote, se quedó sin grano, no logramos cosechar nada”.

El drama es igual en toda la línea del corredor seco, desde Choluteca hasta Copán, para el caso, el La Virtud, Lempira, las autoridades ya se declararon en emergencia por falta de alimento.

La sequía también ha golpeado zonas productoras como Jamastrán en El Paraíso, parte de Olancho y los municipios de La Paz.

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