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Compromiso y libertad

La libertad, como la negación de la responsabilidad y el temor a despojarse de los hábitos u objetos que se consideran como propios, se ha vuelto el comodín usado por los defensores de las debilidades humanas.

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24.06.2012

El psicólogo y filósofo William James afirma que: “Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección”. En cada momento de nuestra vida nos vemos en la necesidad de elegir y tomar decisiones; en muchos casos, esta exigencia se convierte en una dificultad y hasta en un verdadero tormento.

En la vida hay grandes y pequeños compromisos. Los primeros están en relación con lo que más valoramos, con el sentido que queremos darle a nuestra vida, con nuestras más elevadas aspiraciones, con lo que queremos llegar a ser y con la búsqueda de la felicidad.

Compromiso y libertad no siempre han sido considerados como conceptos antagónicos, sin embargo, en nuestros tiempos es difícil concebir la palabra libertad dentro de un contexto de compromiso.

Es curioso que concibamos la libertad sin compromiso cuando en alguna medida todos los días nos comprometemos con algo: una carrera, un trabajo, un estilo de vida o una pareja. Vale la pena reencontramos con las ideas clásicas de compromiso y libertad y construir a partir de ahí mejores compromisos y libertades sin espejismos.

¿QUÉ ES LIBERTAD? Hoy en día definir la palabra libertad constituye un gran reto. Las palabras de Goethe “La libertad, como la vida, solo la merece quien sabe conquistarla todos los días”, nos recuerda que en alguna medida la libertad lleva de la mano un trabajo de mejoramiento personal, de esfuerzo, responsabilidad y compromiso.

Sin embargo, los ciclos de la historia traen consigo algunas ideas que acaparan el interés de las mayorías. La “libertad” en nuestro tiempo se aplica a cualquier actividad humana y aún al sentido de la vida, se usa de un modo demasiado antojadizo.

En general, por libertad se entiende un conjunto de beneficios aparentes. Se habla de una independencia total, de no atarse a nada ni a nadie. De no comprometerse para no verse obligado a rendir cuentas de actos, palabras, pensamientos…En síntesis: es la negación de la responsabilidad y el temor a despojarse de los hábitos u objetos que se consideran como propios. La libertad se ha vuelto el comodín usado por los defensores de todas las debilidades humanas.
¿Pero qué libertad es esa que proporciona más ataduras que las que quita?

CONSECUENCIAS DE LA LIBERTAD APARENTE. Soledad. Al no querer atarse a nadie, no pueden crecer aquellos sentimientos por los cuales todos los seres humanos suspiran, aunque lo ocultan discretamente. No hay amigos, no hay amores duraderos, solo compañías circunstanciales que sirven para hoy y ya no tendrán vigencia mañana.

INSEGURIDAD. Al no atarse a nada, uno no tiene en qué apoyarse. Nada le sostiene en la vida pues todas las ideologías son temibles. Pero como también es temible conocerlas o acercarse a ellas, lo cierto es que tarde o temprano la angustia va minando el carácter de quien no puede responderse cuestiones tan vitales como el de dónde vengo y hacia dónde voy, extremos que a la vez le restan sentido al qué hago en el mundo.

AVARICIA PSICOLÓGICA. Que se traduce como el miedo a perder cualquier cosa en nombre de una restricción de la libertad. Pero ¿qué perder cuando no se tiene nada? ¿El vacío en el que se vive? ¿La comodidad de seguir en ese vacío que a nada compromete, salvo a mantenerlo sin dejar que nada perturbe ese caos por ausencia?
En este caso nos preguntamos: ¿Libertad para qué?

COMPROMISO. Sabemos que este otro término goza de poco prestigio entre los que se consideran en la avanzada del pensamiento. Imaginan el compromiso como una cadena perpetua que no da posibilidad de cambio ni de avance, sino que fija los pies en la primera piedra que nos detiene en el camino. Sin embargo, y aún sabiendo que vamos contra corriente, creemos que el compromiso es una de las actitudes más maduras que podemos asumir por las razones siguientes: para comprometerse, primero hay que instruirse, saber de lo uno y de lo otro dentro de las posibilidades que tenemos a nuestro alcance; y hacer de ese conocimiento una vía inteligente de comparación.

El compromiso requiere capacidad para elegir. Si bien son muchos los que odian tener que decidirse entre una y otra cosa, la vida entera es una constante elección, y si no sabemos asumir esta responsabilidad de manera personal y consciente, la vida se encargará de elegir por nosotros, llevándonos de un lado a otro, haciendo que sean los sucesivos golpes de dolor los que despierten nuestra voluntad de decidir sobre lo que verdaderamente nos conviene.

Encierra una sana dosis de orgullo por cuanto nos lleva a cumplir con una empresa elegida: un amor, una vocación, un trabajo, un ideal...

Desarrolla la voluntad porque nos ayuda a mantenernos firmes en aquello que escogimos.
Otorga la virtud de la fidelidad, ya que es imposible no amar y ser fiel a lo que representa ‘nuestra elección’ libremente aceptada.

El compromiso no es rígido, sino que, al contrario, por voluntad y por conciencia, nos obliga a corregir los errores que cometemos, con lo cual nos ayuda a ser elásticos, a movilizarnos por dentro y por fuera y a crecer en todos los sentidos.
Crea unión con aquellos que tienen los mismos compromisos y es una unión tan especial como para poder denominarla, sin temor, fraternidad, solidaridad, comprensión.

Nos pone metas, cada vez nuevas y más altas, a medida que alcanzamos lo que nos proponemos. Por lo tanto, la vida adquiere un sentido y una dimensión que de otra forma no tendría.

La libertad nace en el conocimiento del sentido de la propia vida, del por qué y el para qué vivimos. Crece con el proyecto vital nacido de la profunda reflexión interior que incluye nuestra realidad exterior, nuestras circunstancias, nuestras cualidades y nuestros límites, como medios y desafíos a afrontar para alcanzar la meta prefijada. Una meta trascendente de mejoramiento en la que fracasos y logros, materiales, personales o sociales, son meras “herramientas de trabajo” para madurar y colaborar solidariamente con los demás, que nos proporcionará felicidad, armonía y equilibrio.

El sabio, no teme el compromiso sino que, al contrario, lo convierte en una herramienta inteligente de acción para apoyarse y avanzar. Teme, eso sí, a la falsa libertad que produce el efecto de un somnífero fatal, que impide el crecimiento personal.
Más vale un compromiso consciente que una pseudolibertad inconsciente. La segunda, tarde o temprano, se convierte en una cárcel de la que uno no puede evadirse.

En las represas hidroeléctricas se genera una gran cantidad de energía por efecto del agua. Es interesante saber que todas las moléculas de agua aparentemente inmóviles en el estanque tienen la misma energía que aquellas que mueven turbinas en su caída. La diferencia esencial es el camino tomado, unas se mueven aleatoriamente en todas las direcciones (esto es característico de los líquidos); otras siguen la dirección definida por el diseñador, estas últimas son las que llevan luz hacia nuestros hogares. Es entonces el compromiso, la decisión que cada uno toma de liberar su energía hacia una dirección, ¿qué mejor que sea hacia la virtud y solidaridad?

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