Los países cuyas economías están basadas en la producción agrícola se están viendo seriamente amenazados por la aplicación de las nuevas innovaciones biotecnológicas y genéticas en el campo de la agricultura. De hecho, la aplicación y los usos de la biotecnología en la producción agrícola y pecuaria están generando serias discrepancias entre los países ricos y las naciones pobres, dado los acelerados avances en los mercados de los transgénicos, la explotación de la biodiversidad y el surgimiento de los nuevos regímenes de propiedad intelectual y de patentes.
Sobre todo por los efectos que tienen en las economías de los países en desarrollo. En razón de que no es un secreto que diez de las más grandes compañías biotecnológicas en el mundo controlan más del 70% de los mercados de semillas y plaguicidas, e igual número de patentes. Las mismas controlan más del 68% del mercado de medicamentos, entre tanto, otras ocho acaparan el 65% de la producción de insumos veterinarios. Por eso ya son evidentes los litigios jurídicos que tienen multinacionales biotecnológicas como Monsanto en contra de agricultores como el caso en Indiana contra del granjero Vernon Hugh Bowman.
El problema de fondo radica en el hecho de que, tanto la Convención sobre la Biodiversidad como el Protocolo de Kioto, al igual que otros tratados multilaterales que hablan de la conservación, preservación del medio ambiente y los recursos naturales, establecen los marcos legales de la soberanía de los países sobre las riquezas biológicas y los términos de acceder a las mismas tienen mucha ambigüedad en cuanto a propiedad intelectual y patentes.
En este debates convergen diversos puntos de vista, entre ellos, los liderados por quienes consideran que las innovaciones contribuyen al descubrimiento de nuevos medicamentos, a la seguridad alimentaria, y por consiguiente, al desarrollo de la humanidad y desde esa perspectiva bienvenidas todas las transformaciones. En el otro lado, se alinean los más radicales que pese a no desconocer la contribución al desarrollo humano, tienen sus reservas.
Aseguran que si los derechos de propiedad intelectual, las patentes y los grandes dividendos quedan bajo el control de los países desarrollados, allí se evidencia una nueva forma de desvalijamiento y de dominio económico y político.
Michael Gollin, un experto en estos asuntos de la Universidad de Boston, sostiene: “Los debates políticos, económicos y tecnológicos sobre la Convención de la Biodiversidad, el Protocolo de Kioto y otros tratados multilaterales sobre los accesos a la explotación de la biodiversidad han sido fáciles, pero el cumplimiento de las normas legales para evitar que los países desarrollados se salgan con la suya son difíciles de aplicar en la práctica”.
Para Gollin, “el meollo del asunto está en que las grandes compañías biotecnológicas no están negociando directamente, sino a través de institutos del sector público y organizaciones no gubernamentales de carácter privado con las comunidades nativas para acceder a los recursos naturales y no existen los mecanismo idóneos para monitorear ese tipo de acuerdos en los países del Tercer Mundo”.
Es claro que si no hay reglas claras en la OMC y en los TLC sobre los mecanismos de accesos de los países desarrollados a dichas riquezas, las naciones ricas en biodiversidad perderán el dominio sobre las mismas y se quedarán con las selvas saqueadas, mientras que las grandes multinacionales biotecnológicas guardan en sus bancos de germoplasmas los genes de miles de especies obtenidas fraudulentamente.
Las grandes compañías biotecnológicas como Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer, Novartis, Aventis, Astra-Zeneca, Groupe Limagrain, KWS, Ag. Land O´Lakes, Sakata, Crop Sciences, Taikii, DLF Trifolium, BASF, Dow, Koor, Sumitomo, Nufarm, Arista y Delta and Pine Land, se están aprovechando de los nuevos regímenes de propiedad intelectual y patentes, de la misma manera que los convenios de bioprospección para acceder sin mayores costos a este tipo de riquezas y están patentando los usos milenarios que tienen las comunidades nativas sobre plantas y animales. La bioprospección es la nueva modalidad que está empleando para recolectar e inventariar muestras biológicas. A través de este tipo de convenios se están subastando por ridículas sumas las riquezas de las selvas de países como Colombia, México, Brasil, Costa Rica, Honduras, India, Congo, Nigeria, entre otros del mundo en desarrollo.