Opinión

La nueva crisis iraquí y Washington

Aunque la actual crisis de Irak tiene sus raíces primarias en la repartición entre potencias occidentales del antiguo Imperio Otomano –que dio origen al Medio Oriente que hoy conocemos–, lo cierto es que resulta imposible desvincularla de la invasión y ocupación estadounidense, que puso fin al régimen de Saddam Hussein y provocó gran destrucción, centenares de miles de muertos e importantes cambios en la correlación fuerzas en esa volátil zona del mundo.

El resto del mundo había reaccionado muy débilmente ante el desastre ocasionado por las tropas de Estados Unidos, que en forma unilateral, sin el visto bueno de las propias Naciones Unidas y con mentiras, como justificación, había invadido, ocupado y destruido la antigua Mesopotamia. Muy pocos habían querido ver la falta de objetivos conseguidos por parte de las fuerzas ocupantes, mucho menos reconocer que más bien se había fortalecido a los extremistas musulmanes e incluso al propio Irán, un archienemigo de Washington en la zona.

Todo cambió súbitamente en los últimos días cuando el Ejército Islámico de Irak y el Levante (ISIS) empezó a tomar, ciudad por ciudad, toda la zona suni de Irak, incluyendo instalaciones petroleras, y sigue avanzando contra la propia Bagdad. Las alarmas se activaron no solo en Washington y Londres sino también en Pekín, con grandes inversiones en Irak, y también en Teherán, cuyos intereses esta vez coinciden, irónicamente, con los del “gran satán”.

Pero el ISIS no es un grupo de reciente aparición. De hecho, uno de sus primeros nombres fue Al Qaeda de Irak, que comenzó a operar en ese país hasta después de la invasión estadounidense, pues la secta suni comandada por Osama bin Laden era también enemiga de Saddam Hussein, a quien consideraba un apóstata que dirigía un gobierno laico.

Así, un ISIS fortalecido por el ambiente dejado por las tropas estadounidenses y por los aprietos del régimen de Bashar al Asad, en Siria, asediado también por rebeldes apoyados por Occidente, se convierte ahora en una fuerza formidable que quiere crear un estado islámico con territorio en Irak y Siria, donde obviamente imperaría la sharia.

Para mayor agravio de Estados Unidos, el ISIS cuenta con apoyo de Arabia Saudita, una de las satrapías mejor tratadas por Washington. Mientras, el gobierno de Obama asegura que no intervendrá nuevamente en Irak, en medio de las críticas de los halcones guerreristas de la era Bush, incluyendo al ex primer ministro británico Tony Blair, que obviamente no admiten su plena responsabilidad en la actual crisis iraquí.

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