Editorial

Inaudito

Esta semana, los 95 pacientes internos en el Instituto Nacional Cardiopulmonar El Tórax, de Tegucigalpa, se quedaron sin alimentos, por lo que sus autoridades se vieron en la obligación de pedir a la población huevos, frijoles, arroz, papas, pastas, entre otros. Según se supo, todo se debió a que los proveedores no cumplieron a tiempo con la entrega de productos porque los presupuestos no se ejecutaron con diligencia. ¡Inaudito!

Aunque para nadie es desconocido en este país las precarias condiciones en las que se encuentra el sistema sanitario, en el que se carece de casi todo, y que los gobiernos muy poco hacen para enfrentar estos problemas que afectan a los ciudadanos más pobres, a quienes no cuentan con ingresos para buscar atención a sus males de salud en el sistema privado, en este caso es criticable que se deje sin alimentos a los enfermos, no porque se carezca de presupuesto para la compra de los productos, sino por la negligencia de los funcionarios encargados de su ejecución.

Estos funcionarios no tienen razones válidas para hacer lo que hicieron; ellos deben saber que su papel como tales es actuar con responsabilidad, pues de ello depende la vida de hondureños y hondureñas que llegan al centro asistencial con la esperanza de recuperar la salud perdida.

En medio de la injustificable acción, vale rescatar la solidaridad de gente noble que atendió el llamado de donar alimentos, incluido el personal de cocina que dio de su sueldo para comprar alimentos a los pacientes.

El ministro de Salud y la presidenta de la República deberán actuar con prontitud, ordenar una investigación de lo sucedido y ordenar que se tomen las previsiones del caso para que estas situaciones no vuelvan a ocurrir, pues los únicos afectados son los más vulnerables.