Para nadie es un secreto que el sistema de educación está en crisis desde hace varios años y que los problemas en el sector son crónicos.
El bajo rendimiento académico en español y matemáticas, la deserción y la repitencia, la falta de material didácticos, el desfase tecnológico y los daños en la infraestructura escolar son solo algunos de esos problemas que han estado presentes con el paso del tiempo.
El año pasado el gobierno nombró una comisión especial de acompañamiento con el objetivo de impulsar un proceso de transformación del sistema de enseñanza en todos sus niveles.
Miembros de esa comisión han reconocido que en los últimos meses han estado haciendo un diagnóstico del sistema, que los ha llevado a las conclusiones que ya todo mundo conoce.
A pesar de ello, es importante que en esa instancia se reconozca que ha existido en el sistema “una baja gobernabilidad” en la que predominan los criterios partidistas y no los méritos para el nombramiento de los puestos más estratégicos, así como la alta dispersión de acciones y recursos, lo cual hace que no se tenga un sistema educativo como tal.
Pero no basta con reconocerlo, el país requiere que comiencen a darse pasos en firme para cambiar esa realidad.
Por ahora se habla de la inversión de unos 1,000 millones de lempiras para rehabilitar los centros educativos y dotar a los maestros de un maletín didáctico.
Queda esperar que esos anuncios se hagan realidad por el bien de los más de dos millones de estudiantes del sistema de enseñanza público, y que esos dineros se manejen con responsabilidad y transparencia.
Asimismo, se espera que el proceso de transformación del sistema sea integral; que sea un proceso que ayude al desarrollo integral de las personas y entregue a los estudiantes todas las herramientas necesarias para insertarse con éxito al complejo mercado laboral de hoy en día, poder acceder a salarios dignos y con ello romper las cadenas de la pobreza que abate a millones de familias en el país.