En los 16 meses de pandemia del covid-19, Honduras está enfrentando actualmente uno de sus peores momentos, con un altísimo número de contagios y de muertes como consecuencia de la libre circulación del virus en el territorio nacional y de al menos cuatro nuevas cepas que están atacando por igual a niños, jóvenes y adultos.
Los centros de triaje —tanto en Tegucigalpa como en los términos municipales que todavía tienen operando estas unidades de atención sanitaria— se encuentran desbordados, al igual que los hospitales públicos y el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), que son las opciones de atención disponibles para el hondureño de a pie y la clase trabajadora asegurada; ya que los hospitales privados son un privilegio para unos pocos que pueden pagar las exorbitantes cantidades que están cobrando y aquellos que en su desesperación por salvar la vida de sus parientes cercanos se endeudan o se deshacen de los bienes que tienen a mano para poder pagar los servicios médicos que demandan de urgencia.
La situación se agrava con la evidente irresponsabilidad de la población, principalmente de aquella que ya ha recibido una dosis de las escasas vacunas que han logrado llegar al país, y de otros que —no importando cuál sea el motivo— se han relajado y dejado de observar las medidas de bioseguridad que a diario se recomiendan para evitar el contagio.
Actualmente son centenares de personas las que están en los centros de triaje esperando un cupo en un hospital donde puedan ser atendidas o que están en sus casas, tratándose con lo que tengan a mano.
La situación demanda de una nueva estrategia por parte del gobierno para garantizar la salud a la población, comenzando por no cerrar triajes y dotarlos de los medicamentos necesarios, y de la responsabilidad personal para evitar el contagio; es tiempo de tomar conciencia, ser responsables y cuidar de nuestras vidas.