Editorial

La visita a Centroamérica de la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, genera muchas expectativas en la clase política gobernante, que observa cautelosa los pasos que la administración estadounidense ha comenzado a dar en el marco de una nueva política migratoria encaminada a frenar el ingreso a su territorio de miles de indocumentados que llegan hasta sus frontera en busca del mal llamado “sueño americano”.

En sus reuniones en Guatemala, Harris ha esbozado las líneas de la nueva política, que estará centrada, según lo ha manifestado, en atacar de raíz las causas que orillan a miles de ciudadanos a abandonar la tierra que les vio nacer.

Una tarea sin duda difícil, pues las causas de la migración no son para nada nuevas, han estado ahí históricamente, sobre la mesa de quienes han gobernado y gobiernan a los países centroamericanos, y de los mismos Estados Unidos, a pesar de lo cual, muy poco se ha hecho para enfrentarlos, pues la gente sigue saliendo en busca de un empleo que ayude a resolver las necesidades básicas de sus familias ante la falta de oportunidades en sus países de origen.

“Quiero enfatizar que el objetivo de nuestro trabajo es ayudar a los guatemaltecos a encontrar la esperanza en casa”, dijo Harris en una rueda de prensa. “Al mismo tiempo, quiero ser clara con la gente de esta región que piensa realizar el peligroso viaje a la frontera entre Estados Unidos y México: no vengan, no vengan”.

Harris estará hoy con el presidente mexicano hablando de los mismos temas, y no se sabe si lo hará con los otros protagonistas de la triste historia de la migración: los presidentes de El Salvador y Honduras. Por ahora, dicen fuentes ligadas al gobierno estadounidense, “se están llevando a cabo compromisos de nivel inferior” en ambos países.