Editorial

Dos pueblos, dos Estados

Recientemente, la Administración Biden ha declarado que la nueva política exterior de su país restaurará las normas de dignidad y consenso con sus cercanos aliados en diversas temáticas relevantes: el Acuerdo de París sobre cambio climático, la vigencia de los derechos humanos, el acuerdo nuclear con Irán, un enfoque equitativo en el conflicto palestino-israelita.

El anterior presidente estadounidense abordó de manera totalmente unilateral, sesgada, al inclinar el fiel de la balanza a favor de Tel Aviv, trasladando la sede de la embajada de su país a Jerusalén, pese a diversas resoluciones de la ONU que condenan la anexión israelita de la Ciudad Santa, en donde apenas tres naciones han ubicado su representación diplomática, condonando la creación de nuevos asentamientos hebreos en territorios palestinos en la margen occidental del Jordán, fraccionándola en 165 minienclaves, separados con muro y barreras que cada vez imposibilitan la continuidad territorial de un eventual estado palestino que incluya también la Franja de Gaza.

El pueblo palestino continua bajo la ocupación armada israelí, en cotidiana violación a sus derechos humanos fundamentales, humillado y agredido tanto por las autoridades como los colonos judíos, languideciendo en condiciones sanitarias y económicas deplorables. En tanto no se alcance una solución justa, equilibrada, definitiva al conflicto palestino-israelí, con mediación internacional, que otorgue a cada quien lo que en justicia le corresponde, las respectivas posiciones se tornarán cada vez más rígidas.

Urge lograr la reanudación de un diálogo franco, sincero, en que mutuamente deben ocurrir concesiones para poder encontrar convergencias que resulten en una paz duradera, constructiva, recíprocamente beneficiosa para dos pueblos que poseen raíces históricamente comunes.