Editorial

Los desafíos de Honduras en estos momentos son monumentales, aunque sin duda lo primordial es frenar la alta incidencia del covid-19 entre su población.

El virus se ha extendido por todo el territorio nacional y está causando luto y dolor a decenas de familias, incluyendo las de muchos doctores, enfermeras, radiólogos, anestesistas, hombres y mujeres que estaban trabajando, salvando vidas, dando la batalla con las uñas y con los dientes.

Si bien las autoridades gubernamentales dicen que la ocupación de los hospitales públicos es de un 64% a nivel nacional, no es así en Tegucigalpa y San Pedro Sula, donde se ha vuelto difícil encontrar una cama, incluso en los hospitales privados. En ambas ciudades, la ocupación hospitalaria es del 99 y 100%.

La situación es compleja, grave, están en riesgo las vidas de miles de personas que están en sus hogares y/o en las calles, no importando por qué razones, expuestos al contagio.

Pero no es tiempo de buscar culpables (ya para ello habrá tiempo más adelante), ni de confrontaciones de ningún tipo.

Ahora es el tiempo para que las autoridades sanitarias revisen sus actuaciones en relación con el manejo de la pandemia y del sistema sanitario y pongan como norte de su accionar el derecho humano de la población a la salud; es el tiempo para tender puentes con los trabajadores sanitarios, los gremios, entre otros actores sociales, para identificar las acciones más adecuadas a emprender en estos momentos.

Lo prioritario es salvar vidas, y si para eso se deben revisar las estrategias sanitarias para el manejo de la pandemia, pues lo deben hacer urgentemente.

Pero los ciudadanos también debemos hacer lo que compete para evitar el riesgo de contaminación de la enfermedad, observando fielmente todas las recomendaciones del personal sanitario y el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos.

Ayudemos a que el personal sanitario que lucha por salvar la vida de miles de pacientes y la suya propia tengan un respiro.