Editorial

Autosuficiencia alimentaria

Una de las repercusiones económicas de la actual crisis será la creciente escasez de divisas, lo que requiere reducir el monto y calidad de las importaciones reemplazándolas gradualmente por su sustitución, favoreciendo de esta manera a los productores locales. Esto se aplica a diversos sectores, incluyendo el agropecuario. La FAO ha advertido acerca de la real posibilidad de que el número de personas en el mundo enfrentando hambre aguda puede duplicarse: unos 265 millones de personas en países con ingresos bajos y medios pueden encarar hambrunas para finales del 2020, el doble de los 135 millones que padecieron severa inseguridad alimentaria en 2019.

No es posible que una nación como Honduras, con un limitado porcentaje de suelos de vocación agrícola al predominar los de vocación forestal, disponga de tierras ociosas cuando deberían estar cultivadas. Debe priorizarse el cultivo de productos agrícolas para el consumo interno. Esta reactivación conlleva la rehabilitación de suelos erosionados, financiamiento preferencial a los productores agropecuarios, incentivos tributarios, transferencias tecnológicas que incrementen los rendimientos y la producción neta por persona, dotación de aperos a precios preferenciales, servicios de salud vegetal y animal, capacitación de los pequeños productores. También la actividad pesquera, empresarial y artesanal debe ser adecuadamente estimulada y controlada, evitando la depredación de especies y la degradación del entorno ecológico, tanto en las aguas del Caribe como en las del Golfo de Fonseca y el Pacífico, océano al cual Honduras no se proyecta. Nuestros recursos marinos están subutilizados y constituyen un muy bajo porcentaje en los hábitos dietéticos de nuestros compatriotas.

Debemos alcanzar un doble objetivo: autosuficiencia alimentaria y fuga de divisas, lo cual redundará en beneficio de la población y la economía, que ahora debe centrarse en dos rubros vitales: salud y educación, en otras palabras: desarrollo humano sostenible