Editorial

El avance de la pandemia del Covid-19 en el territorio nacional está dejando al descubierto muchas debilidades del gobierno en el manejo de la misma.

No está de más decir que es cierto que nadie estaba preparado para enfrentar un siniestro de esta magnitud, pero tampoco obviar que nueve semanas después de que se oficializó el primer caso de la enfermedad se siguen “dando tumbos”, como dice el dicho popular, en la ejecución de tareas que son vitales para frenar su avance.

Las compras de respiradores no aptos para atender la enfermedad del Covid-19 y de lotes de kits de pruebas incompletos fueron los primeros indicios de que las cosas no estaban andando bien.

Es cuestionable también que a pesar del incremento de casos a nivel nacional, 25 Centros de Aislamiento Temporal (CAT) se encuentren todavía cerrados mientras miles de personas infectadas con el virus se ven obligadas a hacer la cuarentena en sus hogares, sin las condiciones mínimas de seguridad para ellos y sus familias.

El manejo de las estadísticas genera dudas por las incongruencias que se detectan en varios de los informes oficiales. Se habla de casos en los que incluso se está escondiendo información, sin causa justificada aparente, en detrimento de la población.

Lo más grave, según los especialistas en temas sanitarios, es que en todo este tiempo no se ha podido incrementar el número de pruebas PCR más allá de las 500 diarias, y que de más está decir que ello se logró en tan solo una ocasión (y con pruebas repetidas como lo constató la unidad de Datos de EL HERALDO), cuando en países vecinos están aplicándose más de 2,000.

Pero este ya no es tiempo de quejas ni de quedarse con los brazos cruzados viendo cómo la enfermedad del Covid-19 mina a la población hondureña. Es tiempo de que las recomendaciones de los especialistas sean escuchadas e incorporadas a las estrategias oficiales de atención de la pandemia, y de que la transparencia sea el eje transversal de las mismas