Editorial

Indefensos frente a la extorsión

La extorsión crece día a día en el país. Es un delito que está acabando con la economía de miles de familias pobres que dependen de pequeños negocios de comida, venta de achinería, entre otros, y de empresas más grandes que aportan con su actividad dinamismo a la economía nacional.

Pero también está golpeando con fuerza a los empresarios del transporte, y más que a ellos, a sus trabajadores, los que todos los días manejan una unidad de este servicio y tienen que, al final del día, entregar la tarifa al propietario de la unidad, pero también haber hecho en su recorrido el dinero para pagar el combustible, al ayudante y a la mara o pandilla que opera en sus terminales y recorridos.

Es un delito que a pesar de la creación de la Fuerza Nacional Antiextorsión sigue en alza, causando pánico entre los trabajadores del rubro que temen ser asesinados si no pagan “las rentas” que reclaman los delincuentes. La semana pasada se anunció el cierre de varios puntos de taxis que dijeron estar indefensos frente a los extorsionadores. Los usuarios de este servicio también temen por sus vidas.

La situación es alarmante y demanda un replanteamiento de las políticas de seguridad del gobierno, al que se le reconoce que ha hecho acciones para enfrentar este flagelo, pero que las mismas no han sido suficientes.

Está claro que mientras no se ataquen las causas el delito estará en crecimiento.

Se necesita abrir las puertas del sistema educativo a los miles de jóvenes que no las tienen actualmente, crear las fuentes de trabajo que demandan quienes egresan con un título de educación media o superior; pero no solo que les den empleo, sino también que les paguen salarios dignos, que les reconozcan sus derechos laborales, que los servicios de salud sean de buena calidad; que se apoye a los campesinos que viven casi olvidados tierra adentro.

El plan para cerrar las puertas a este delito seguro que no es fácil, pero hay que actuar con diligencia para evitar más muertes de inocentes o que sean más las personas que huyan de su país por no tener un trabajo digno