Editorial

se es el título del reportaje de investigación publicado ayer por diario EL HERALDO, en el que se evidencia el abandono del sistema público de salud en Honduras y el trato degradante del que están siendo objeto los pacientes del Hospital Psiquiátrico Santa Rosita.

Lo publicado deja sin palabras, sin aliento hasta a los que se dicen “duros de corazón”.

Es inconcebible que estos pacientes estén viviendo en tales condiciones, que no solo tengan que sufrir las consecuencias de sus enfermedades, sino también enfrentar la desidia, la indiferencia de quienes han sido nombrados en altos cargos de la administración pública para velar por el bienestar de la población.

Las palabras “triste”, “indignante”, denigrante” y “humillante” con las que se narra la situación de este hospital se quedan cortas frente al dolor y la desesperanza que causa conocer de esta situación.

No hay nada que justifique que a estas alturas del siglo XXI “Ofelia y Santos se acuesten sobre sus propias heces fecales, encima de un desteñido trozo de esponja en una vieja cama plegable de resortes oxidados” y que ambas mujeres, que además están “completamente desnudas”, solo cuenten “con un deteriorado pedazo de cobija color verde” para cubrirse del frío, y que las “gemelas”, como llaman a otras dos de las internas, se vean obligadas cada noche a dormir “en una habitación en la que de una cloaca abierta en la mitad del salón se emana un olor nauseabundo que penetra los pulmones, un olor fétido que envuelve la piel, un olor a mierda...”.

Las autoridades del sector están llamadas a dar una explicación, si es que la tienen, del porqué han dejado que el hospital Santa Rosita haya llegado a la precariedad en la que se encuentra actualmente.

Esas mismas autoridades están obligadas a no olvidar que los hospitales psiquiátricos también son parte del sistema hospitalario y que las personas que requieren de esos servicios médicos son hondureños, son seres humanos que merecen ser tratados dignamente.