Editorial

Agudo déficit de vivienda

El crecimiento vegetativo de la población con una tasa anual no menor del 3% hace que la escasez de proyectos habitacionales tienda a agudizarse, particularmente en la capital.

Adicionalmente, el cierre del Inva, que durante su existencia logró dotar a miles de familias de un techo propio con cuotas de pago accesibles, también contribuyó a que actualmente miles de compatriotas se vean obligados a arrendar viviendas que no siempre reúnen los requisitos mínimos de higiene y comodidad. De hecho, los tugurios, cuarterías y mesones se convierten en la única opción para aquellas personas cuyos ingresos mensuales son de mera subsistencia.

En ocasiones, sus propietarios se aprovechan de la necesidad de un techo para cobrar alquileres desproporcionadamente elevados.

La empresa privada, en la rama de la construcción, no ha sabido o no ha podido cubrir esa demanda cada vez mayor de vivienda, particularmente en aquellos centros urbanos que albergan industrias manufactureras que ocupan a miles de operarios, notablemente en la costa norte.

En parte, ello se debe a las altas tasas tributarias prevalecientes, al insuficiente número de alicientes fiscales y a los cada vez más altos precios de los materiales de construcción que obligan periódicamente a adecuar las inversiones y los costos a dichas alzas.

No debemos olvidar a las y los hondureños en situación de pobreza extrema que viven a la intemperie o que se ven obligados a ocupar predios de propiedad privada de los cuales eventualmente son desalojados por la autoridad, atendiendo órdenes emanadas de los juzgados, a instancia de sus propietarios.

Un caso que ha conmovido a muchos por su impactante dramatismo es el de don Óscar Gutiérrez, quien se vio forzado a refugiarse en una cueva para no tener que vivir y dormir en las calles.

Diario EL HERALDO dio a conocer las condiciones infrahumanas en que transcurría su existencia cotidiana, lo que despertó la solidaridad tanto de particulares como de la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social y de autoridades sanitarias.

La conclusión a que llegó don Óscar, “todos soñamos con tener una casita, en la vida luchamos por tener una casa donde vivir”, es compartida como una aspiración legítima por millones de compatriotas, jóvenes y adultos, que no disfrutan aún de ese derecho humano.