Editorial

Alejandro Giammattei

En medio del descontento popular y la decepción de los guatemaltecos ante su clase política, Alejandro Giammattei fue electo presidente de su país el fin de semana pasado. La elección en segunda vuelta ha concluido en paz y los actores participantes han aceptado los resultados, lo que da una señal positiva en el inicio de la nueva administración.

Giammattei es un caso especial. Llega al poder tras cuatro intentos fallidos con diferentes colectivos políticos y en uno de los momentos más difíciles de la nación centroamericana.

Guatemala, al igual que todos los países del Triángulo Norte y la región centroamericana, enfrenta graves problemas de corrupción, impunidad, pobreza y una oleada de migrantes que van a Estados Unidos en busca de oportunidades laborales que les permitan mejorar sus precarias condiciones de vida.

La situación en el campo económico tampoco es favorable.

Tras su elección, la calificadora de riesgo Fitch reafirmó la calificación BB con perspectiva negativa y los analistas económicos y sociales advierten que su administración “tendrá un apoyo limitado en un Congreso atomizado, lo que aumenta los riesgos de un estancamiento político continuo”.

Será vital su lucha contra la corrupción y dice que no le temblará la mano para enviar a la cárcel a los corruptos, al tiempo que anuncia la conformación de una nueva comisión nacional con el apoyo internacional, con autonomía, para perseguir los actos de corrupción de su gobierno, pero también de los gobiernos anteriores. Otra papa caliente que deberá enfrentar es la de la migración, entre ellos el convenio de tercer país seguro que ha firmado el actual gobierno con los Estados Unidos, un convenio que en su opinión debe ser ratificado en los congresos de ambos países.

Así las cosas, los retos de Giammattei son monumentales. En sus manos está el poner al país por la ruta del desarrollo o terminar de echarlo al despeñadero.