La visita de una delegación de 13 congresistas estadounidenses a Guatemala, El Salvador y Honduras ha levantado una ola de especulaciones sobre los reales objetivos de la misma.
La delegación es encabezada por la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, una crítica de las políticas migratorias del presidente Trump, llegando a calificarlas de inhumanas y de provocar una crisis humanitaria en los albergues fronterizos en los que están miles de migrantes y sus políticas de separación de los niños de sus padres.
Precisamente su visita a Centroamérica tiene como telón de fondo las presiones de Trump al gobierno de Guatemala para convertirse en “tercer país seguro” y la supuesta negociación de convenios similares con los gobiernos de El Salvador y Honduras.
Pelosi ha dicho que ella y sus compañeros de cámara vienen para “renovar nuestro compromiso de ayudar a empoderar a las personas del Triángulo Norte para construir un futuro mejor en casa”.
Un mensaje muy similar al de otros altos cargos de la administración de Donald Trump que en los últimos meses se han cruzado por la región para hablar de planes y programas que frenen la masiva migración de centroamericanos a su territorio.
Lo que queda esperar es que esta no sea una visita más en el marco de la crisis, sino que de ella se desprendan los apoyos que la región demanda en todos los sectores para mejorar sus condiciones de seguridad y fortalecer, para el caso, su lucha contra la violencia, la delincuencia, el narcotráfico y la corrupción.
Se demanda ayuda para hacer los polos de desarrollo que generen las oportunidades que los ciudadanos van a buscar a todas costa a Estados Unidos.
Centroamérica, y en especial los países del Triángulo Norte, demandan y esperan esa ayuda. Sin condiciones.