Editorial

México y el plan de migrantes

Bien dice el dicho que no es lo mismo verla venir que platicar con ella y al presidente de México, Manuel López Obrador, le ha tocado vivirlo en carne propia a tan solo seis meses de haber asumido el poder. A AMLO, que de candidato fuera un fuerte crítico de las políticas migratorias de los gobernantes de su país, le bastaron tres días de negociaciones para ceder en sus posiciones ante las amenazas de su par estadounidense, Donald Trump, de imponer aranceles del 5% a todos los productos importados desde el país azteca, si no frenaban la ola de migrantes centroamericanos que atraviesan México con el propósito de alcanzar el mal llamado “sueño americano”.

El acuerdo de cuatro puntos obliga a México a desplegar unos 6,000 miembros de la Guardia Nacional a lo largo de la frontera sur a fin de impedir el ingreso a los indocumentados, así como que los que crucen la frontera serán retornados sin demora a territorio mexicano, donde podrían esperar la resolución de las solicitudes de asilo. No se habla del impacto económico para el gobierno mexicano, que se compromete, además, a dar apoyo y trabajo a los migrantes mientras esperan las respuestas a esas solicitudes. Si bien los gobiernos centroamericanos no fueron tomados en cuenta en estas negociaciones, en el acuerdo se reitera el apoyo de Washington al plan de desarrollo integral de la región.

Por ahora no se habla del papel -y mucho menos del impacto- que las decisiones de Estados Unidos y México tendrán en la región centroamericana, pero especialmente en los países del llamado Triángulo Norte, hay especialistas en temas migratorios que creen que México, más temprano que tarde, pasará la factura a “sus hermanos menores”. También que estas medidas no frenarán la salida diaria de centenares de centroamericanos que, mientras sigan viviendo en condiciones de pobreza y miseria, siendo víctimas de los altos índices de violencia y delincuencia, los flujos migratorios también se mantendrán inalterables.