El calendario académico hondureño marca el 11 de junio como el Día del Estudiante, una fecha en la que se conmemora el natalicio del padre José Trinidad Reyes, fundador de la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, que después se convertiría en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), de la cual fue su primer rector.
Esta es una fecha que hasta hace algunos años se celebraba con conferencias, exposiciones, desfiles escolares y jornadas culturales en la que se enseñaba la vida y obra del prócer nacional. Eso no es así en la época moderna.
Este año, por ejemplo, la celebración encuentra a miles de estudiantes fuera de las aulas de clase, ya que sus maestros están en las calles reivindicando sus derechos y demandando una mayor atención del Estado a un sistema educativo con grandes problemas de cobertura, acceso y lo más importante: calidad.
Son tiempos difíciles. Ellos y ellas están siendo actores de un sistema
en decadencia.
Son miles los que reciben clases en edificios en precarias condiciones físicas, sin pupitres, material didáctico y sin acceso a la tecnología que marca el paso de los sistemas educativos modernos.
La baja calidad de su educación frena sus posibilidades de acceder con éxito al demandante mercado laboral.
Pero es destacable que a pesar de las limitantes señaladas, los niños, las niñas y los jóvenes siguen adelante con la esperanza de que el Estado les tienda la mano y ofrezca las condiciones básicas para mejorar la calidad de educación que reciben y con la fe de obtener un título que les lleve a romper el círculo de la pobreza en que viven.
Por eso no nos queda más que exigir al gobierno la atención debida al sistema educativo y animar a los estudiantes a que no desmayen en sus propósitos y decirles:
¡Felicidades en su día!