Editorial

La Virgen de Suyapa

Este domingo el calendario religioso conmemora otro aniversario de la aparición, en El Piligüín, de la Santa Patrona de Honduras.

La importancia del hallazgo de su imagen por dos humildes labriegos trasciende el ambiente estrictamente católico para proyectarse, de manera más amplia, hacia la hondureñidad, más allá de las convicciones de cada persona, Antropólogos, historiadores, psicólogos, cada uno desde su óptica particular, han concluido que ella representa un elemento clave de la identidad nacional, que unifica a la gran mayoría de compatriotas, aún aquellos cuyo visión filosófica se orienta hacia el agnosticismo y/o el ateísmo.

Mencionemos a Juan Valladares Rodríguez, Leticia Silva de Oyuela y Paco Medina como ejemplos de lo arriba afirmado.

Sus investigaciones y composiciones han contribuido a consolidar el culto mariano, mismo que debe ser estudiado objetiva y desapasionadamente por constituir un factor aglutinador de quienes nos identificamos con Honduras y lo hondureño.

En coyunturas de confrontación, divisionismo, polarización, el implorar su protección y auxilio contribuye a encontrar coincidencias de convergencia entre fuerzas políticas y sociales con puntos de vista aparentemente irreconciliables, desembocando en la identificación de temáticas recíprocamente aceptables para las partes en disputa, sin caer en fanatismos mesiánicos ni dogmatismos.

Hoy es el día culminante de las peregrinaciones que, año tras año, convergen desde los cuatro puntos cardinales, para visitarla y rendirle justo homenaje en su Basílica. Merecen reconocimiento especial aquellas personas que, de diversas maneras, han contribuido a garantizar la salud y seguridad de millares de fieles: bomberos, policías, médicos, enfermeras, sacerdotes y monjas.

Desinteresadamente, han ofrecido tiempo y buena voluntad para garantizar el bienestar de miles de sus compatriotas.

Ellas y ellos retornan a sus hogares luego de haber cumplido una promesa o sencillamente para elevarle plegarias solicitando su protección personal y familiar.

En tiempos como los actuales, de incertidumbre, angustia y zozobra, siempre es oportuno hacer una pausa en nuestras labores cotidianas de supervivencia para adentrarnos en la espiritualidad, modificando conductas reñidas con la ética y moralidad para rectificarlas y dar paso a la honestidad y la convivencia pacífica. Así sea.