Editorial

'Caprichitos”

ue los funcionarios hagan uso de sus influencias y los dineros públicos para satisfacer algunos caprichos personales no es nada nuevo. A través de los años, los medios de comunicación han informado de algunos de ellos. Que se mandaron a pavimentar las calles de acceso a sus fincas o que llevaron a sus comunidades los servicios públicos de energía y agua, son algunos de esos gustos que pueden darse en detrimento de quienes realmente necesitan de esas obras, es decir, la población menos favorecida económicamente. Los ciudadanos de tierra adentro que pasan años, décadas, esperando que el Estado les favorezca con una pequeña obra comunal. Uno de los últimos casos se ha registrado en la 13 avenida de la colonia Jardines de Altos de Loarque, en donde a vista y paciencia de los pobladores, y por órdenes de no se sabe quién, se mandó a remover el asfalto de una calle sin salida para pavimentar con concreto hidráulico. Según la denuncia, el abuso en el cambio de la capa asfáltica nueva para colocar concreto hidráulico obedece a un “caprichito” de un alto funcionario de la Secretaría de infraestructura y Servicios Públicos (Insep), que habita en la zona. Inaudito, pero cierto. Una obra innecesaria, pues la calle ya había sido rehabilitada hace algunos meses, habiendo otras calles en la misma colonia y de mayor tráfico que sí ocupan ser reparadas. Por ahora nadie investiga el caso a pesar de las denuncias realizadas y documentadas por diario EL HERALDO y los mismos organismos contralores del Estado. Estos desmanes de los administradores de los fondos públicos son imperdonables en un país en donde las demandas rebasan la capacidad financiera del mismo Estado para atenderlas. Por eso, urge que los entes respectivos procedan de inmediato a investigar y castigar a los responsables. Este tipo de abusos no deben permitirse. No se puede seguir permitiendo que los escasos recursos de la nación más pobre de América sigan siendo utilizados al antojo de quienes, por la razón que sea, les dieron el privilegio de dirigir importantes cargos en la administración pública, y entender, de una vez por todas, que los dineros que manejan son sagrados. Manosear de esa manera los presupuestos y los dineros del pueblo también es corrupción