Editorial

¿Por qué darle largas al diálogo?

Cuando ya todo está listo, resulta inquietante que los miembros de la clase política hondureña sigan dando largas a la instalación de una mesa de diálogo para buscar soluciones definitivas a la crisis política. Con su actuar, los líderes políticos parecen no estar convencidos de que las negociaciones sobre una mesa en la que se discutan los problemas del país de manera civilizada, y se planteen de manera conjunta las respuestas a los problemas planteados, sean la solución a la crisis que ellos mismos generaron.

Por eso no deja de sorprender que unos de esos actores se resistan a participar en el proceso y otros actúen unilateralmente, haciendo planteamientos de leyes y reformas que bien saben deberían ser antes consensuadas por todos los actores de la crisis.

La Pastoral Cáritas de Honduras publicó ayer un comunicado en el cual llamó la atención sobre el daño que le hacen al país estos dirigentes, con posiciones en las que se empeñan en mantener el equilibrio del sistema con una política de pactos, basado en el cálculo.

En ese mismo documento, Cáritas dio a conocer los resultados de una encuesta de Borges y Asociados sobre el tema, y en la cual el 46.1% de los ciudadanos dijeron estar convencidos que el diálogo nacional es la herramienta para salir de la crisis, frente a un 10.4% que se inclina por una convocatoria a nuevas elecciones.

Basado en esos resultados, la Pastoral llamó a la clase política a entender que “el diálogo serio y bien intencionado será la plataforma que posibilite devolver la seguridad jurídica, social, económica y política a la población”.

Asimismo, agregó, a comprender que en la actual situación “no debemos sentamos para ganar, es posible que personalmente o como grupo perdamos pero gana la patria, gana el país. No debemos reunimos para defender nuestros intereses, sino el interés común”.

Queda claro entonces que el país no está para tomar decisiones unilaterales. Está para consensos, para buscar los acuerdos que fortalezcan su sistema democrático y sienten las bases de un desarrollo económico sostenible. El diálogo tiene que ir y debe ser transparente; un diálogo en el que todas las cartas estén tiradas sobre la mesa y se acaben de una vez por todas las acostumbradas componendas que favorecen a unos pocos. Esa es la demanda popular.