Editorial

Las consecuencias de cocinar con leña

Cocinar con leña evoca costumbres de antaño, tradiciones rurales y sabores incomparables que aporta la combustión lenta. Eso por un lado; pero por el otro, esta práctica que aún prevalece en nuestro país es también sinónimo de pobreza, de deforestación, de contaminación ambiental y de riesgos a la salud.

El alto costo del gas y de la energía eléctrica es una de las razones para que en miles de hogares hondureños se cocinen los alimentos en un humilde fogón de leña cuyo humo y hollín son contaminantes y perjudican gravemente la salud.

En nuestra sección Regional informábamos hace unos días sobre el uso de leña en el departamento de Choluteca, donde más de 75 mil hogares mantienen esa tradición, según datos del INE. Esa sobreexposición al humo del fogón es la principal causa de las atenciones en adultos con problemas respiratorios del Hospital General del Sur. De no tratarse a tiempo por un resfriado o dificultades respiratorias, estos pacientes podrían desarrollar una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). De hecho, en los últimos tres años, el centro asistencial ha atendido a casi 500 pacientes, de los que 378 son mujeres, con esa patología silenciosa y progresiva que puede llevar a la muerte.

La mayoría de casos son del área rural, donde cocinar con leña es habitual. La Cepal señala que además de las enfermedades pulmonares, el humo de la leña tiene incidencia en la tuberculosis y cataratas. La OMS, por su lado, la asocia con muertes y enfermedades prematuras. Mientras que algunos estudios señalan que cocinar con leña es peor que fumar. Entonces, las consecuencias de una práctica que asociamos con la Honduras de tierra adentro, aunque también es frecuente en las ciudades adonde llega de la mano con la emigración rural, son graves y requieren atención.

Una medida, quizás la más factible, son las cocinas ecológicas o mejoradas que consumen menos leña y emanan menor cantidad de humo. Las autoridades municipales deberían liderar estas iniciativas, ayudando a que los hogares puedan adquirir o fabricar este tipo de estufas. Así se reduce la contaminación ambiental y el consumo de leña, que no son problemas menores, y, sobre todo, se mejora la calidad de vida de esa población que ahora está en riesgo.