Editorial

El jaguar debe sobrevivir

Las imágenes de un jaguar (Panthera onca), especie en peligro de extensión en el caso particular de nuestro país y en la categoría de casi amenazado en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), deben servir para motivar mayores esfuerzos en la protección de la vida silvestre.

Las fotos fueron captadas a finales de 2017 por cámaras trampa instaladas como parte de una investigación para conocer el estado de conservación de esa especie y sus presas en tres áreas protegidas del departamento de Yoro. Se trata de la única de las cuatro especies de este género que se halla en América y es conocida como el mayor mamífero-carnívoro del continente y el tercero del mundo, después del tigre y el león. Además, se le atribuye un lugar esencial en la conservación de la biodiversidad y su extinción puede significar “la interrupción de importantes procesos ecológicos, comprometiendo la integridad y la biodiversidad de los ecosistemas”, se lee en el Plan Nacional para la Conservación del Jaguar, elaborado en 2010 y cuyos tres ejes principales son el político, educativo y científico.

Según la UICN, el jaguar está extinto en El Salvador y Uruguay, por lo que su presencia en nuestro país implica un enorme compromiso y responsabilidad para su preservación. La deforestación y la fragmentación del hábitat son amenazas que siguen latentes y que han contribuido al aislamiento y a la reducción de la población de jaguares en el continente.

Las primeras referencias de este felino datan de la época precolombina y yacen en esculturas y jeroglíficos mayas, cuando su presencia se extendía por casi todo el país, hasta que la mano del hombre lo obligó a irse replegando.

Garantizar su hábitat significará que estamos aprendiendo a vivir en armonía con la flora y la fauna que tan generosamente nos prodigó la naturaleza, pero que de forma inconsciente e irresponsable hemos ido minando en nuestro propio perjuicio. El jaguar que merodea todavía en nuestras montañas alienta la esperanza: aún estamos a tiempo para aprender a cuidar y respetar la vida silvestre.