Editorial

Víctimas de la irresponsabilidad

Uno de los mayores sinsabores que nos deja el Año Viejo es el alarmante incremento en los casos de víctimas por el uso irresponsable de la pólvora.

El 2017 cerró con dos muertos y 116 lesionados -74 más que en el año previo-, que resultaron con quemaduras severas, dedos y manos amputados o fracturados y ojos afectados o con pérdida de visión. Y como si no fuera ya demasiado, en 2018 el ingreso de pacientes con lesiones por la pólvora no ha cesado en los centros hospitalarios, que solo este miércoles registraron cuatro casos más, con los que suman 120 los quemados entre noviembre y diciembre pasados y el nuevo año.

En la mayoría de los incidentes, los afectados son menores de edad que acarrearán de por vida las secuelas de tan traumática experiencia.

Resulta difícil de entender por qué, pese a las advertencias, los controles, la regulación y las prohibiciones que hace la ley sobre el uso y manipulación de pólvora, que han permitido millonarios decomisos del producto, ha aumentado el número de víctimas de forma tan considerable, incluyendo entre ellas a adultos que deberían más bien dar ejemplo de prudencia y buen accionar.

En los casos que atañen a menores de edad, el Ministerio Público está en la obligación de investigar a los padres o encargados, con la certeza de que más de alguno buscará evadir su responsabilidad ante la ley y de que es esa impunidad el mayor aliciente para que estos lamentables casos de infantes quemados por pólvora se sigan repitiendo cada año. De allí la importancia de cada precedente que se vaya dejando.

Es cierto que muchas familias hondureñas viven de la elaboración y venta de pólvora, pero ello no justifica un tan solo niño lacerado y marcado por el resto de su vida debido a la manipulación de esos artículos, ni el gasto millonario que representa para el Estado la atención de cada uno de estos pacientes.

Los accidentes por el uso de artefactos piroténicos se pueden prevenir, es responsabilidad de todos hacer conciencia y no bajar la guardia. Cada familia que responsablemente decide no comprar pólvora está marcando la diferencia y protegiendo la integridad de los más vulnerables, los niños.