Es mucho más común de lo que pudiéramos pensar. Se da en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo: el doble rasero, la doble moral, dos formas distintas de ver algo que es igual ya sea por conveniencia, interés, prejuicio o creencia ciega.
Así vemos que la misma persona que tiene su contacto en una oficina del gobierno y entra hasta jactanciosa para ser atendida, en abierta burla de quienes hacen una larga fila, es la primera que salta enfurecida cuando en distinta ocasión es otra la privilegiada.
En la política nacional e internacional también abunda este doble rasero.
Cuando se produce un bombazo en Londres, Madrid o Nueva York -más si es atribuido a grupos de inspiración islámica- absolutamente ningún medio de comunicación ni dirigente occidental duda un instante para calificarlo de atentado terrorista. Pero si ocurre, por ejemplo, en Damasco, en contra del gobierno de Bashar al Asad, entonces se recurre a subterfugios retóricos y hasta en el Consejo de Seguridad de la ONU hay oposición para condenarlo.
Los dirigentes religiosos se erigen como la reserva moral de una sociedad, con duras reprimendas a personas, sociedades y gobiernos, pero cuando al interior de sus organizaciones se da la corrupción, abusos sexuales de menores y otras aberraciones -obvios delitos ante la más mundana ley terrenal- en vez de denunciarlos, protegen a los perpetradores quienes se escudan en la “debilidad de la carne” para justificar lo que condenan como un comportamiento diabólico en otros.
En esta nuestra Honduras abundan esos ejemplos de doble rasero, tanto en lo individual como en lo colectivo, pero principalmente entre nuestros dirigentes.
Con esas constantes reformas, ampliaciones o interpretaciones que se le hacen a nuestras leyes, comenzando por la propia Constitución de la República, es fácil ver que quienes ayer hicieron lo mismo ahora se rasgan las vestiduras porque es otro bando el que tiene el poder para acomodar todo a su conveniencia.
O sea está bien si el beneficiado soy yo, quienes me rodean, aquellos con quienes comparto una ideología o una creencia: lo malo es que sean los otros quienes se aprovechen.
La doble moral es totalmente contraria a la justicia y, por lo tanto, luchar contra ella es también una forma de construir un mejor mundo para que vivan las actuales y futuras generaciones.