Opinión

Depuración policial

A medida que Diario EL HERALDO continúa profundizando en los sórdidos laberintos de la corrupción policial, se van ramificando y profundizando sus magnitudes e implicaciones en acciones delincuenciales de larga data que van desde el narcotráfico, sicariato, sustracción y tráfico de armas, extorsión, robo de vehículos, asalto a negocios, torturas y hasta secuestros, con conexiones tanto dentro como fuera del país, en una globalización del crimen que se inicia en Colombia para concluir en Estados Unidos, el primer consumidor de estupefacientes a escala mundial.

El narcotráfico se ha infiltrado en distintas dependencias policiales, estructurando redes de inteligencia que logran neutralizar y diluir cualquier investigación y operativo que busque investigar las ramificaciones delictivas, sus cómplices y métodos operacionales. Está dispuesto a todo con tal de continuar funcionando eficaz e impunemente.

Su poder económico le permite sobornar y comprar conciencias, en tanto su capacidad represiva llega al asesinato, inclusive de agentes y oficiales honestos y comprometidos con el adecentamiento de la institución. Fue así que el 8 de diciembre de 2009 fue emboscado y ejecutado el general retirado Julián Arístides Gonzales, en ese entonces a cargo de la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico, crimen que también ha quedado en la total y absoluta impunidad.

Cualquier obstrucción y dilatorias oficiales tendientes a evitar la depuración e intervención de la Policía resulta contraproducente y facilita la destrucción de documentación y evidencias comprometedoras, a la vez que envía un inequívoco mensaje a los delincuentes uniformados y a sus cómplices -incrustados tanto en el bajo mundo como en altos círculos oficiales y políticos- en el sentido de que la impunidad continuará institucionalizada y con luz verde para la ininterrumpida comisión de delitos.

Adicionalmente, va en contra del clamor y demanda colectiva que repudia y condena la continuación de la protección y encubrimiento de los delincuentes, sean estos policías o civiles.

En tanto no exista una alta y decidida cuota de voluntad política por parte del actual gobierno, continuará campeando el crimen, la droga y la muerte, en escala geométrica, hasta convertir a Honduras en un Estado santuario y refugio de las mafias internacionales y locales, en tanto la población continúa en total estado de indefensión víctima de la escala de violencia que nos ubica, junto a El Salvador, como los dos países más peligrosos del mundo.