Opinión

Cuestión de derechos, no beneficencia ni caridad

En Europa, la crisis convertida en saqueo, la implacable austeridad que todo lo empeora y los rescates financieros han aumentado la desigualdad. Y no dejarán de hacerlo. Pero las minoritarias élites económicas y los gobiernos a su servicio pretenden que esta dramática situación -recuerda el profesor Charles Wyplosz- es el precio a pagar por los excesos del pasado, despilfarros y falta de reformas. Indignante. ¿Olvidan que ellos causaron la crisis?

En España, por ejemplo, en 1976, el presidente del tercer banco español ganaba 8 veces más que el empleado medio; hoy gana 44 veces más. En ese mismo año, en Estados Unidos, el primer ejecutivo de General Motors cobraba 66 veces el sueldo de un empleado medio, pero hoy, el presidente de Wal-Mart gana 900 veces más que un empleado.

Son evidentes las catastróficas consecuencias de la llamada crisis. Y en el reino de España, siempre tan peculiar, se recurre de nuevo a la caridad como alternativa. Un par de programas televisivos, uno estatal y otro andaluz, fomentan la caridad para que ciudadanos particulares ayuden a quienes están peor que ellos. Sensacionalista y lacrimógeno, el programa televisivo estatal fomenta una caridad vergonzante, la indigna beneficencia. La prensa francesa lo llama “programa de televisión para pobres”.

En España, como antes ocurrió en buena parte de Europa, la democracia puso fin a instituciones benéficas públicas o privadas que paliaban la exclusión y la desigualdad social, recuerda Antoni Papell. Y se inició el llamado estado de bienestar, que es mejor denominar estado de derechos sociales.

Pero la crisis convertida en saqueo ha hecho estallar el estado de derechos sociales y, con la pobreza y la desigualdad, surgen como setas en otoño la beneficencia, la caridad... y desaparece la justicia. Pero el único camino aceptable es satisfacer todos los derechos de todos. No hay otro.

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