En Honduras la corrupción está arraigada en los partidos políticos, los políticos corruptos en complicidad con autoridades electorales y de justicia han permitido que aspirantes con historial de vida poco transparente compitan por cargos de elección popular en los comicios primarios, internos y generales, y que, al lograr esos puestos de elección popular, ellos perpetúan la corrupción en la democracia y en la administración del Estado, generando debilidad institucional y desconfianza.
La corrupción socava la gobernabilidad, también favorece la criminalidad como el narcotráfico, lavado de dinero, secuestros, sicariato y otros. Estos delitos generan violencia e inseguridad, y se incrementa la fragilidad económica, política y social del país.
Con el paso del tiempo, los hondureños hemos recibido dolorosas lecciones de la corrupción. Los electores debemos con discernimiento y cautela ejercer el sufragio, evitando a políticos y funcionarios que han institucionalizado la corrupción, establecido la anarquía moral y la injusticia. Necesitamos un nuevo liderazgo con principios firmes contra la corrupción, capaz de guiarnos hacia la unidad, el desarrollo y el bienestar.
La traición de los gobernantes de los partidos Libre, Nacional y Liberal ha generado ciclos de imposición y sufrimiento. También, los votantes hemos fallado al elegir alcaldes, diputados y presidentes corruptos, permitiendo la perversidad, incapacidad, indiferencia y la división que impiden una justicia verdadera y la reconciliación.
Rectifiquemos pues, al votar y elegir examinemos la capacidad profesional, trayectoria política, ética y moral del candidato, seleccionando a quienes presenten antecedentes éticos sólidos y limpios. El voto es la semilla de esperanza y representación que sembramos en las urnas de votación, con la fe de cosechar frutos beneficiosos para toda la sociedad; no podemos seguir eligiendo autoridades que violan las leyes y empobrecen a la nación.
Los movimientos políticos (melismo, orlandismo, yanismo) nunca han sido un buen ejemplo para las nuevas generaciones, consolidaron la cultura de la corrupción, alejando a los mejores de la política, dejando espacio a mediocres quienes perpetúan la corrupción.
Los escándalos del expresidente Juan Orlando Hernández, y de otros funcionarios condenados por narcotráfico en Estados Unidos, la mención de expresidentes y de los principales partidos políticos en estos juicios, el narcovideo que involucra a la actual presidenta Xiomara Castro, sumándose el rompimiento del Tratado de Extradición con EE.UU., evidencian la magnitud del problema, la cadena de complicidad y sus devastadoras consecuencias en la institucionalidad.
Con miras a las elecciones generales 2025, para recuperar la salud institucional y distanciarnos de la tóxica política corrupta, propongo la formación de un gobierno de unidad nacional mediante una coalición política que, en alianza de fuerzas honestas, limpias y competitivas, derrotemos de una vez a los políticos corruptos, no importa el partido político. Solo así podremos construir instituciones fuertes y desarrollar las bases de un futuro próspero para Honduras. “Dios, el Señor, proteja a Honduras”. Queda planteado.