Una Honduras por contar

La intensidad de la obra literaria tiene, digamos, una ventaja sobre el discurso académico, porque se centra en el factor humano, que es por lo que solemos estar más interesados

  • 16 de septiembre de 2025 a las 00:00

Hace poco, en un taller literario, conversábamos los y las presentes que las escritoras y los escritores hondureños somos dichosos, porque casi ningún acontecimiento clave de la historia de Honduras ha sido contado de manera exhaustiva a través de la literatura. Lo que, por otra parte, es también un pequeño infortunio.

Alguna vez una profesora de literatura me dijo que si algo había que reconocerle a Ramón Amaya Amador es que, de alguna manera, a través de su obra contó la Honduras que él conocía. Y es cierto.

En la bibliografía de Amaya Amador es posible encontrar diferentes momentos de la historia de este país, y es posiblemente el escritor que más trabajo tiene al respecto. Este hecho no es casual, pues obedece también a su estética. Pero, evidentemente, una sola mano, una sola obra jamás será suficiente para contar un país.

También es cierto que la revisión de la historia a través de la ficción requiere de diferentes puntos de vista, matices e incluso estéticas. Esto último tiene que ver también con el interés que pueda despertar en los lectores y las lectoras. Es necesario aclarar que hay un trabajo de muchos autores y autoras sobre varios acontecimientos, pero este artículo trata sobre lo que falta y no tanto sobre lo que hay.

El género más propicio para esta empresa es la novela y también consideraría al teatro. Pienso sobre todo en estos dos géneros por sus cualidades estructurales, que permiten desarrollar los personajes y los acontecimientos con suficiente amplitud y suficientes herramientas. No es que no se puedan escribir poemas, cuentos o incluso minificción sobre estos acontecimientos, pero creo que hay, como dije, dos géneros predilectos para esta tarea.

Se me ocurre que es necesario contar este territorio que hoy es Honduras antes de 1502, por supuesto, la Honduras colonial, que aunque la pretendamos como un solo bloque de trescientos años, tuvo diferentes momentos y realidades que resultarían interesantísimas de contar.

Es necesario contar a través de la ficción nuestra independencia y esos primeros años anexados a México y la República Federal Centroamericana. A mí me resulta muy llamativo, por ejemplo, la decadencia de ese proyecto morazanista y esa encarnizada lucha entre conservadores y liberales.

La guerra de 1924, por ejemplo, es uno de los acontecimientos que a mí me resultarían muy interesantes de leer en una ficción histórica. Y como dije, me encantaría leer un punto de vista y otro. Las obras literarias no obedecen necesariamente a un consenso.

Hay que contar la Reforma Liberal y los enclaves en Honduras y la huelga de 1954. Imagine todo lo que se puede contar de los acontecimientos democráticos y antidemocráticos de la historia de este país. Mencionamos en el taller del que hablé al principio lo poco que se ha hablado del huracán Mitch y el golpe de Estado de 2009.

Y que no se crea que pienso nada más en lo político, estoy seguro de que en los subterráneo de estos acontecimientos hay dramas personales y cotidianos que no solo son dignos, sino que resulta imperativo contarlos. Se me ocurren, además, los inicios de la prensa, la radio y la televisión.

Yo pienso que es importantísimo que un país sea contado a través de la literatura. La intensidad de la obra literaria tiene, digamos, una ventaja sobre el discurso académico, porque se centra en el factor humano, que es por lo que solemos estar más interesados.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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